martes, 24 de abril de 2018

Vamos para MIAMI



Rico en asombros, y no en certezas, vuelo mañana hacia Miami desde Madrid.
Solo necesito una manga corta y dos maletas para llenar de ropa barata a la vuelta. 
Al aterrizar, ya sé que el movimiento es férreo y constante, los autos congestionan las autopistas, los edificios se montan en el aire, las urbanizaciones se toman el pantano por asalto, los pobladores llegan de cualquier sitio, los acentos, los idiomas, los intereses se suman y no dan tregua a esta centrífuga de emociones y rupturas. La ciudad crece y desmonta su título de un incipiente letrero colgado en la geografía de un páramo olvidado. Todo se mezcla, el tiempo no se detiene, los vencedores de anteayer y los vencidos de ayer se conjugan en un presente y un futuro entrelazado.
Hablamos el mismo idioma y no importa mi falta de Inglés.
No creo en nada.
Prometo volver.
Me emociono de la energía que desprende este País.
Vamos para Miami.
Luego te cuento.

sábado, 21 de abril de 2018

Llegó con tres heridas




Llegó con tres heridas: 
la del amor, 
la de la muerte, 
la de la vida.

Con tres heridas viene: 
la de la vida, 
la del amor, 
la de la muerte.

Con tres heridas yo: 
la de la vida, 
la de la muerte, 
la del amor.

Reproches



Hace tanto tiempo que no nos vemos.

Hace tantos peros y luegos y alomejores que nos dejamos de ver.

Y luego nada más.

Hace tanto miedo que no nos vemos.

jueves, 19 de abril de 2018

OTRA NOCHE DE MIERDA EN ESTA PUTA CIUDAD



Casi todos han combatido en una u otra guerra —Vietnam, sobre todo—, en algunos casos es cierto pero los hay que sólo lo creen. Muchos han estado casados, otros tantos han pasado por la cárcel. Uno habla por un agujero que tiene en la garganta. Algunos son ciegos, hay muchos que están sordos por completo o Ies falta poco. Los heroinómanos tienen los brazos plagados de llagas incurables. Deben tratárselas diariamente con una mecha de algodón, para drenar el pus, pero la mayoría de las veces se les olvida hacerlo. Los epilépticos han de recibir su medicación o tienen ataques; si beben después de tomar los medicamentos, los accesos son aún peores. Hay huéspedes que entran por la puerta cojeando y con bastón, con andador, con muletas, en silla de ruedas, caminando penosamente. Algunos no entran solos, los llevan a cuestas dos amigos, con los pies a rastras. Otro tiene un ojo de cristal que va dejando olvidado por todas partes. Y otro tiene un tatuaje dentro del labio inferior: MIERDA. Unos cuantos llevan lágrimas tatuadas en las mejillas, lo que significa que han matado a alguien. Otros tienen cicatrices desde la comisura de la boca a las orejas, lo que indica que son soplones. En muchas manos faltan dedos, o la mitad de los dedos, arrancados por maquinaria pesada o cercenados por navajas. Hay orejas sin lóbulo, roído por las ratas. A un tío le prendieron fuego; ahora las cicatrices parecen llamas alzándose en su cuello. Entre los más viejos hay unos cuantos herniados; el estómago se les ha derrumbado sobre los testículos, que ahora les cuelgan enormemente entre las piernas. Kenny tiene la misma tos desde hace cinco años, de manera que no puede dormir arriba. En un momento determinado David sufre dolor de muelas, así que coge un libro de odontología de la biblioteca y empieza a practicar consigo mismo. Abre la boca y nos lo enseña, cómo se ha sacado la muela infectada con unos alicates, poniendo en su lugar unos clavos pequeñitos fijados con pegamento especial.

Aquel primer verano podía haber veinte o treinta tíos durmiendo en los bancos de la Sala Marrón. Fijamos un límite en la cantidad de admitidos después de las nueve, negando la entrada a los que rebasen esa cifra. A medida que va haciendo frío, vienen cada vez más, y entonces decidimos que por debajo de los siete grados no podrá negarse la entrada a nadie. Las salas permanecerán abiertas y podrán entrar huéspedes a cualquier hora. Sin embargo, algunos mueren congelados en la calle, los que se despistan, los que olvidan que hay un sitio adonde ir. Cuando el otoño da paso al invierno, se incrementa el número de gente que duerme en las salas de abajo, hasta que en el mes de enero hay cien, ciento cincuenta hombres tirados por el suelo. Amontonados como bestias, no dejan sitio ni para poner el pie: ocupan todos los rincones, mesas, bancos, hasta la última baldosa libre, y cuando alguien tropieza cae encima de otro, que se pondrá a gritar y a dar patadas y puñetazos al intruso. Algunos acaban jugando a las cartas y fumando bajo la penumbra de una salida de emergencia o frente al resplandor que se escapa por entre la puerta de los servicios encharcados de orines. Otros se envuelven con sus pertenencias y hacen como que están durmiendo. Los hay que deambulan por donde pueden, murmurando, agachándose a recoger colillas del suelo, los dedos anaranjados de nicotina. Algunos se mean encima mientras duermen, y los orines corren por el suelo, empapando a sus infortunados vecinos. El responsable de fin de semana se llama a sí mismo «Capitan Yusuf», y denomina «Misión imposible» al turno de tres a once.

A la salida del trabajo vamos a tomar una copa, al Rat, al Middle East o al Chet’s Last Cali, a oír a los Minutemen o a los Pixies, a los Del Fuegos o a los Galaxie 500, a los Motorhead o a los Flesh For Lulu. O sólo a beber, acercándonos unos a otros y hablando a gritos para oír lo que decimos en medio de todo el barullo, poniendo los labios junto a la oreja de la vecina, comprobando lo que se siente estando tan cerca de una mujer, su voz vibrando en el interior del propio cerebro, no del todo entendida pero lo suficiente. Lo bastante para ir a su apartamento cuando cierre el bar y quedarse a dormir con ella. Y a la tarde siguiente los dos nos encontramos otra vez en la Sala Marrón, oyendo la lectura del registro. Sólo que ahora yo he estado en su habitación, o ella en la mía, y sabemos más el uno del otro, nos hemos visto desnudos o hemos palpado nuestra respectiva desnudez en la oscuridad y los dos estamos un poco avergonzados pero con un subidón por todo lo que ha pasado, conscientes de que cuando acabe el turno iremos de nuevo a tomar una copa, pero quizá solos esta vez, o puede que vayamos directamente a su casa.

Muchas veces me siento como un guardia de seguridad, aunque de más categoría: a menudo tengo que mandar a hacer gárgaras a algún huésped porque no hay otro modo de tratar con él. Sobre todo si empieza a «salirse de madre», a «volverse majara» (¡Fijaos! ¡Soy el fuego que caminal), y amenaza con hacer que el edificio entero, puf, sea pasto de las llamas. Algunos días parece un teatro, una obra inacabable basada en la sencilla idea de que puede ayudarse a quien lo necesita, idea que luego ha ido desarrollándose, como una teoría del universo, hasta cobrar dimensiones tan enormes que será imposible llevarla alguna vez a escena. Se ha hecho tan grande como el aire, como el agua. Un mapa del tamaño del mundo.

Podría haber sido un simple trabajo, un medio de tener un sueldo fijo, más bien sustancioso teniendo en cuenta que no requería cualificación alguna. Para muchos de mis compañeros no era otra cosa, algunos hacen carrera con menos. Pero yo no pensaba hacer carrera trabajando con indigentes. Me despedí varias veces, sólo para volver al cabo de uno o seis meses, empezar otra vez, de nuevo en la Sala Marrón. El sueldo no me interesaba mucho, había otros medios de ganar dinero. Pero seguía volviendo. En el asilo nadie te pregunta de dónde eres ni por qué has acabado ahí. La chica a quien acompañaba a casa no me preguntaba por qué no aspiraba a más: un coche bonito, un apartamento de verdad. En cualquier caso, dijera lo que dijera, sólo me creería a medias. Al cabo de ocho horas su ropa y su pelo olían como los míos. Todos están aquí por algo, dice Joy, mirando al individuo sosegado y bien vestido que asegura estar en un apuro momentáneo. Le da una cama, y al final de la semana lo trae la policía, a rastras y borracho como una cuba.

Mi padre se envuelve algunas noches con hojas de periódico, se rellena el abrigo de papeles, los titulares hablando finalmente de él, aunque sin mencionar su nombre. Son sólo más artículos sobre la «gente sin hogar», de esos que tocan la fibra sensible. Que quede claro, nunca he sacado una navaja ni disparado un tiro a nadie. De mis cincuenta y nueve años sólo he pasado dos en la trena. No soy un delincuente habitual. Por la noche la temperatura desciende a bajo cero y él sigue durmiendo en la calle. «Me han amputado los dedos de los pies», me dice en una carta. En las noches de lluvia se tapa con un plástico, una bolsa de basura bien cerrada con cinta adhesiva; se hace un ovillo, se tumba en el suelo, mete las piernas en la bolsa y tira de ella hasta tocar el fondo con los pies. Echándose hacia delante, se aprieta el plástico en tomo a los tobillos, lo sujeta con cinta adhesiva, y luego se pega la bolsa alrededor de la cintura. De ese modo, por la noche, no se le escurre la bolsa, no se le separa del cuerpo.

Extracto de la novela Otra noche de mierda en esta puta ciudad de Nick Flynn. Puedes descargarte este libro de la ebiblioteca: http://ebiblioteca.org/?/ver/89862

Sobre la caída





Fue mi historia con ella
como la de un suicida lanzado desde el piso noveno
que se encontrara en el aire con una mujer
que se había tirado del sexto:
pensé
que nos unía el amor,
pero
solo
nos
unía
la
caída.

...
Neorrabioso

UNO DE TANTOS


Vivir a costa de padres

que las pasan putas
para llegar a fin de mes.

Levantarte y decir:
muy buenos días.

Hacerte pajas
a escondidas,
comer sus huevos,
utilizar su biblioteca,
leer a Miller
o a Bukowski
o a Kerouac.

Ser un licenciado en paro.

Tener entre 25 y 30 años
y justificar tu edad
preparando oposiciones.

Escuchar música,
llevar el pelo largo,
sacar a pasear al perro,
follar de vez en cuando.

Ir a ver exposiciones,
deprimirse,
vencer la idea del suicidio,
llegar borracho a casa
y caer rendido en el sofá.

Pensar:
ya vendrán mejores tiempos.


VICENTE MUÑOZ ALVAREZ

Te lo digo desde la experiencia



Te lo digo desde la experiencia, o lo que es lo mismo: Te lo digo desde la decepción.
Cada palabra es una flor que arranco del corazón.
Ya no tengo preguntas. Todo me da un poco igual.
Mis sueños desaparecieron igual que se diluyen los días en la rutina.
El dinero nunca se quedó. Me pasó por encima. Lo gasté y cuando pude lo malgasté.
Mis hijos no están, aunque siempre sé donde están.


En cuanto a ella, necesito beber más para explicarla mejor.
Y en cuanto a mí, prefiero no hablar mucho más.
Solo se que me queda mucho todavía por hacer y que tal vez lo haga,
o tal vez No.




Embriágate


Es preciso estar siempre ebrio. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la horrible carga del tiempo, que aplasta tus hombros y te inclina hacia la tierra, es preciso que te embriagues sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que te plazca.
Pero embriágate.
Y si alguna vez en los escalones de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la soledad lúgubre de tu cuarto, te despiertas, la embriaguez ya disminuida o ya desaparecida, pregunta al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntales que hora es, y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, te responderán:
¡Es hora de embriagarse!
Para no ser esclavos martirizados del tiempo, embriágate ¡embriágate sin cesar! De vino, de poesía, o de virtud, de lo que te plazca. 
Embriágate, Charles Baudelaire.

Sobre los pesimistas



Decía Bukowski que William Saroyan habría sido un escritor bastante bueno “si no hubiera sido tan optimista”. Algo parecido nos cuenta Neruda que le dijo un crítico: “Le recomiendo a usted infelicidad para que consiga escribir mejor”. Pero entonces, si el optimismo no crea escritores, ¿quiénes son Píndaro, Emerson, Whitman, Hugo, Dickens, Kipling, Chesterton o Saint-Exupéry? ¡Con el mismo derecho se podría decir que el pesimismo es el último recurso de los que no tienen talento!

Unamuno: "El pobre pedante que fue Federico Nietzsche, aquel desgraciado loco de debilidad que se fingía el fuerte, aquel infeliz león que se reía para ocultar sus lágrimas".

...
Neorrabioso

Proyectos



Me propongo el proyecto siguiente: Cuando muera habrá un álbum lleno de fotos mías comiendo coños, para que mis herederos lo encuentren.

the face of a girl who just rented her first studio apartment!


the face of a girl who just rented her first studio apartment!

lunes, 16 de abril de 2018

Retrato de un artista cachorro






Facultad de Bellas Artes de la universidad Complutense de Madrid. Primeros años 90. Aquí estamos Alicia, Emilio y yo leyendo a Dylan Thomas y planeando el "Retrato de un artista cachorro" que luego sería "El lavatorio", junto con Jorge Isla.
"Sentí todo mi cuerpo joven como un animal agitado que me rodeara, sentí el escozor de las rodillas hincadas, el corazón alborotado; el largo calor entre las piernas, el sudor ardiéndome en las manos,
los túneles que se hundían en mis oídos, las bolitas de roña entre los dedos del pié, los ojos en sus órbitas, la voz retenida, el galopar de la sangre, los recuerdos que volaban a mi alrededor y dentro de mí, tensos, atentos, esperando el instante para saltar.
Allí, jugando a los indios, tuve conciencia de mí mismo en el centro exacto de una historia viva, y mi cuerpo era mi aventura y mi nombre. Salté, excitado, y otra vez trepé a empujones por entre los espinos desgarrantes".
Dylan Thomas
La mesa sigue en el mismo lugar veintitantos años después.


viernes, 13 de abril de 2018

Octubre es el mes de la pizza en estados unidos


 Yo, como chica, soy más bien King Kong que Kate Moss. Yo soy ese tipo de mujer con la que no se casan, con la que no tienen hijos, hablo de mi lugar como mujer siempre excesiva, demasiado agresiva, demasiado ruidosa, demasiado gorda, demasiado brutal, demasiado hirsuta, demasiado viril, me dicen. Son, sin embargo, mis cualidades viriles las que hacen de mí algo distinto de un caso social entre otros. Todo lo que me gusta de mi vida, todo lo que me ha salvado, lo debo a mi virilidad. Así que escribo aquí como mujer incapaz de llamar la atención masculina, de satisfacer el deseo masculino y de contentarme con un lugar en la sombra. Escribo desde aquí, como mujer poco seductora pero ambiciosa, atraída por el dinero que gano yo misma, atraída por el poder de hacer y de rechazar, atraída por la ciudad más que por el interior, siempre excitada por las experiencias e incapaz de contentarme con la narración que otros me harán de ellas. No me interesa ponérsela dura a hombres que no me hacen soñar. Nunca me ha parecido evidente que las chicas seductoras se lo pasen tan bien. Siempre me he sentido fea, pero tanto mejor porque esto me ha servido para librarme de una vida de mierda junto a tíos amables que nunca me habrían llevado más allá de la puerta de mi casa. Me alegro de lo que soy, de cómo soy, más deseante que deseable. Escribo desde aquí, desde las invendibles, las torcidas, las que llevan la cabeza rapada, las que no saben vestirse, las que tienen miedo de oler mal, las que tienen los dientes podridos, las que no saben cómo montárselo, ésas a las que los hombres no les hacen regalos, ésas que follarían con cualquiera que quisiera hacérselo con ellas, las más zorras, las putitas, las mujeres que siempre tienen el coño seco, las que tienen tripa, las que querrían ser hombres, las que se creen hombres, las que sueñan con ser actrices porno, a las que les dan igual los hombres pero a las que sus amigas interesan, las que tienen el culo gordo, las que tienen vello duro y negro que no se depilan, las mujeres brutales, ruidosas, las que lo rompen todo cuando pasan, a las que no les gustan las perfumerías, las que llevan los labios demasiado rojos, las que están demasiado mal hechas como para poder vestirse como perritas calentonas pero que se mueren de ganas, las que quieren vestirse como hombres y llevar barba por la calle, las que quieren enseñarlo todo, las que son púdicas porque están acomplejadas, las que no saben decir que no, a las que se encierra para poder domesticarlas, las que dan miedo, las que dan pena, las que no dan ganas, las que tienen la piel flácida, la cara llena de arrugas, las que sueñan con hacerse un lifting, una liposucción, con cambiar de nariz pero que no tienen dinero para hacerlo, las que están desgastadas, las que no tienen a nadie que las proteja excepto ellas mismas, las que no saben proteger, esas a las que sus hijos les dan igual, esas a las que les gusta beber en los bares hasta caerse al suelo, las que no saben guardar las apariencias; pero también escribo para los hombres que no tienen ganas de proteger, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no saben pelearse, los que lloran con facilidad, los que no son ambiciosos, ni competitivos, los que no la tienen grande, ni son agresivos, los que tienen miedo, los que son tímidos, vulnerables, los que prefieren ocuparse de la casa que ir a trabajar, los que son delicados, calvos, demasiado pobres como para gustar, los que tienen ganas de que les den por el culo, los que no quieren que nadie cuente con ellos, los que tienen miedo por la noche cuando están solos. 
Teoría King Kong, Virginia Despentes.

P.U.T.A.


 Sí, soy una puta porque tengo unas tetas grandes que sobresalen de casi todos los polos que uso.
Porque me gusta mostrarlas 
Porque solía cobrar $200 por la hora y a veces yo acababa, pero mis clientes no.
Porque disfruto follando.
Porque estuve en orgías, y porque me gustó.
Porque en primero de secundaria un chico me bajó el polo y el sostén frente a toda la clase y mi maestra y todos vieron mis pezones.
Porque él solo recibió una palmada en la muñeca, y el director dijo que era en parte mi culpa, por el polo que llevaba puesto.
Porque después de esto empecé a mostrarle mis tetas a los chicos porque me consideraba mercancía barata. 
Porque cuando tenía 19 fui atacada por un grupo de chicos por no tener las axilas afeitadas, y decidieron sacarme las tetas del polo. 
Porque cuando tenía 12 años mi abuelo me forzó a besarlo. 
 Sí, soy una puta 
Porque me gusta chupar pollas y recibir semen sobre la cara, las tetas y en mi boca. 
Porque solía emborracharme y follar con cualquier chico, cualquier día, incluso entre semana.
Porque soy bisexual y todos asumen que las bisexuales somos promiscuas incluso si estamos en relaciones monógamas. 
Porque soy queer y femenina y todos piensan que las queer femeninas lo hacen para llamar la atención y ser accesibles para los hombres.
Porque la primera vez que fui besada de una manera que me gustó nos dijeron a mi novia y a mí que éramos desagradables y que íbamos a arder en el infierno. 
 Sí, soy una puta 
porque penetré a mi novio con mi dildo 
porque trabajé en un sex-shop 
porque amo la noche 
porque uso minifaldas 
porque fumo marihuana 
porque coqueteo 
porque he ido a bares por mi cuenta 
porque oriné en callejones 
porque a veces me gusta el sexo 
porque a veces no me gusta el sexo 
porque fui violada 
porque soy feminista 
porque soy una sobreviviente 
porque soy una ninfómana bebedora de semen 
porque tengo juguetes sexuales, muchos 
porque la única persona que me hace llegar al orgasmo soy yo misma
y así está bien para mí 
porque froto mi clítoris cuando me follan
porque me mostré por webcam 
porque posé desnuda para fotos 
porque me gusta masturbarme 
porque siempre amé masturbarme 
porque solía masturbarme mirando fotos de mujeres desnudas cuando tenía 10 años 
y pensaba que había algo malo dentro de mí
porque no hay nada malo dentro de mí
 Sí, soy una puta 
porque mi novio me dijo que lo soy 
porque se puso encima mío y me lo gritó en la cara 
porque lo dijo en mi cumpleaños 
porque hombres de todo tipo me han gritado PUTA más veces de las que puedo contar si me sentase a hacer una lista 
porque también me dijeron gorda puta, corazón, cariño y otros nombres degradantes más veces de las que puedo contar 
porque me han llamado machona, que me afeite las axilas y el coño, que baje de peso, que me calle y que diga que sí a mi pedófilo abuelo 
 porque estoy harta de que me lo digan, ahora te lo estoy diciendo yo: 
Sí, soy una puta 
porque mi vagina es hermosa e insaciable 
porque amo mi cuerpo 
porque aparentemente la ropa con la cual me siento cómoda me convierte en un blanco de violación 
porque cuando fui violada estaba en mi cama, en mi casa 
porque mi cuerpo me pertenece sin importar la cantidad de veces que fui violada 
y nada de eso fue mi culpa, nunca. 
Sí, soy una puta 
porque sí, sé qué mierda significa la palabra 
y sí, soy una feminista 
y sí, soy inteligente 
y sí, decido decir: Sí, soy una puta 
porque el oficial de policía que dijo que las mujeres deberían dejar de vestirse como putas para evitar ser violadas estaba hablando de mí, estaba hablando de ti y estaba hablando de todas nosotras 
porque si decimos que está bien violar a algunas, entonces está bien violar a todas 
porque la carta de puta la pueden usar en cualquier momento y nunca vas a saber cuándo la van a usar en tu contra 
porque siempre se puede usar en tu contra, a pesar de lo mucho que intentes hacer las “elecciones correctas” 
porque todas nosotras somos putas 
porque en la cultura de la violación las mujeres somos consideradas inherentemente violables 
porque ninguna de nosotras puede estar libre de esta palabra hasta que decidamos ser libres de adoptar esta palabra 
porque la palabra nunca va a perder su poder de lastimar mientras que les permitamos controlarla 
porque respeto el derecho de la mujer de identificarse a sí misma y espero ese mismo respeto a cambio 
porque estoy siguiendo el ejemplo de mis hermanas queer que me ayudaron a reclamar palabras como marica y machona, palabras que significaron tanto en nuestra historia de lucha y resistencia. 
Sí, soy una puta 
sí, es una identidad complicada, llena de desempoderamiento, empoderamiento, lucha y resistencia 
y sí, fue forzada en mí y utilizada en mi contra 
y sí, muchas de nosotras fuimos capaces de encontrar diferentes, nuevas y empoderantes maneras de relacionarnos con las palabras. 
Sí, somos putas 
así que por favor escúchennos, oigan lo que tenemos para decir, paren de ser condescendientes y de decirnos si somos o no somos putas o si podemos o no podemos apoderarnos de esta palabra 
sí, podemos 
sí, lo hacemos 
sí, LO SOMOS. 

... 
Sí, soy una puta. Clementine Canibal.

martes, 10 de abril de 2018

La delgadez de tu recuerdo florece por todas las esquinas


Paseando por el centro de Madrid y pensando en lo absurdo que es no saber adónde ir. Parece cualquier día porque hace meses que todos los días parecen el mismo. Llueve sin parar esta Primavera y todo está cubierto de agua. Las calles son todas conocidas. Te vistes las calles como un abrigo. Caminando sin rumbo, mirando los portales y luego los  balcones y mas arriba las siluetas de los edificios recortados sobre el gris del cielo nublado. 

Pareces idiota sin saber que hacer con los próximos veinte minutos, en una ciudad donde todo el mundo camina o conduce con prisa y donde parece que todo responde a un propósito muy claro. Piensas que a nadie se le ocurre pisar el centro de Madrid sin un objetivo, sin tener que hacer. Pero como llueve sin parar, te consuelas sabiendo que nadie se va  a dar cuenta de tu falta de propósito. 

Paseando, reconoces lugares de tu pasado, algunos con cariño y otros donde es mejor no volver a entrar. Amigos olvidados en portales de los noventa. Antiguos compañeros de trabajo de los que no recuerdas el nombre pero sí el lugar. Discusiones que desaparecieron en un traspaso de negocio. Tras las ventanas, de algunos edificios, las mujeres a las que amaste envejecen sin saber de ti. La delgadez de tu recuerdo florece por todas las esquinas. Invitaciones rechazadas. Encuentros fortuitos. Llamadas perdidas. Y un montón de datos geolocalizados sin importancia aparente.

Todos tus recuerdos conducen a ninguna parte. El paisaje recoge toda tu experiencia y sin embargo desdibuja tu presencia al momento. Es inútil querer permanecer. No vamos a ningún sitio. No hay posibilidad de llegar a ninguna parte. Los trenes no te llevarán. Los autobuses no te llevarán. No hay taxis libres.

domingo, 8 de abril de 2018

Consejos amistosos

Ve al Tibet
monta en camello.
lee la Biblia
tiñe tus zapatos de azul.
déjate la barba.
da la vuelta al mundo en una canoa de papel
suscribete al Saturday Evening Post
Mastica sólo por el lado izquierdo de la boca
cásate con una mujer que tenga una sola pierna y aféitate con navaja
y graba tu nombre en el brazo de ella
lávate los dientes con gasolina
duerme todo el día y trepa a los árboles por la noche.
se un monje y bebe perdigones y cerveza.
mantén la cabeza bajo el agua y toca el violín
baila la danza del vientre delante de velas rosas
mata a tu perro
preséntate al Alcalde
vive en un barril
pártete la cabeza con un hacha
planta tulipanes bajo la lluvia.
Pero no escribas poesía.

Consejo amistoso a un montón de jóvenes, Charles Bukowski.

Tan Hermoso


No estoy obsesionado con hacer representaciones de la fealdad. Todo lo que he visto es hermoso. Y a pesar de lo que piensas, he sido muy feliz, casi todo el tiempo.

Otto Dix sosteniendo una flor


El recuerdo de la guerra

(…) Cuando estabas en primerísima línea, el miedo desaparecía. En fin, todo esto son acontecimientos que yo necesitaba vivir a toda costa. También tenía que vivir cómo de repente uno cae a mi lado y... se acabó: la bala le ha acertado de lleno. Todo esto tenía que vivirlo con suma exactitud. Lo deseaba. Así que no soy un pacifista. O quizá fui una persona curiosa. Necesitaba presenciarlo todo con mis propios ojos. Y es que soy unrealista, sabe usted, que necesita verlo todo con sus propios ojos para constatar que es así... De modo que soy un realista. Tengo que verlo todo. Tengo que presenciar en persona todos los abismos insondables de la vida. Por eso voy a la guerra.


Los cuadros de prostitutas

... Pero, hombre, ¿por qué pintas eso? Nadie quiere colgarlo. Nadie quiere verlo. Sí, qué sentido tiene en realidad todo eso. Pero tu vas y lo pintas. Las malditas putas y las malditas beldades ajadas y todas esas tristezas de la vida. Quién diablos va a disfrutar con eso. A nadie le gusta. No hay galería que quiera exhibirlo. Para qué lo pintas... Bueno, tengo que decirlo: Prefiero seguir a mi voz interior, que me lleva a alguna parte sin que me diga qué sentido tiene (...) Sí, desde luego que no lo pinto para ésos. Ni para ésos ni para aquéllos. Lo siento. Y es que soy un proletario de pro, no es verdad, que digo: “¡Eso lo hago! Y podéis decir lo que se os antoje.” Para qué es bueno eso, ni yo mismo lo sé. Pero lo hago.

El retrato

Hace muchos años Max Liebermann me dijo: “Pinte usted mucho retrato. De todos modos todo lo que pintamos nosotros, los alemanes, es retrato.”(...) Todo buen retrato se basa en la contemplación. La esencia de cada persona se manifiesta en su apariencia; el exterior es la expresión del interior, es decir, exterior e interior son idénticos. Esto llega al punto de que hasta los pliegues de sus ropas, la postura de una persona, sus manos, sus orejas informan en el acto al pintor sobre el espíritu de su modelo; éstas últimas a menudo más que los ojos y la boca.
La gente se imagina siempre que el retratista es un gran psicólogo y fisionomista, capaz de leer en el acto en cada rostro las virtudes y vicios más ocultos para luego trasladarlos al cuadro. Esto es pura literatura pues el pintor no valora, mira. Mi lema es: “Confía en tus ojos.”

Importancia de la forma

Me interesa sobremanera la forma, no me refiero sólo al color, sino a que la forma sea grande y cerrada. Y en la técnica pictórica que yo utilizaba, lo primero que se fija es la forma. Las capas de color que yo podía aplicar encima a voluntad esconden bajo ellas hasta el menor detalle.

Desterrado al paisaje

En la época nazi pinté paisajes en cantidades industriales. Allí no había nada más. Así que salía al campo y dibujaba (con desdén) árboles, un par de árboles... cosas por el estilo. Me desterraron al paisaje (ríe para sí). Al principio era nuevo para mí. Ahora lo he visto tantas veces, que ni siquiera me fijo en él. En realidad tampoco me interesa ya demasiado. Me atraen mucho más los seres humanos, las personas.

La esencia de la obra de arte

Ya le escribí hace poco que no estoy dispuesto a “someter a discusión” mis cuadros. En Alemania hemos oído durante años la voz del pueblo sobre cuestiones artísticas y qué poco ha sacado a la luz la verdadera esencia del arte. Las discusiones terminan en que cualquier provinciano y cualquier “ciego” desea manifestar sus pequeños deseos. Todos creen saber cómo debería ser el arte. Pero los menos tienen el sentido necesario para percibir la pintura, me refiero al sentido de la vista. Y concretamente un sentido de la vista que capte colores y formas como realidades vivas en el cuadro. Porque en el cuadro lo importante no son los objetos, sino la manifestación personal del artista sobre los objetos. Es decir, no el qué, sino el cómo. La discusión no ruidosa, sino callada. Lo primero que el artista exige al observador es discreción, pues lo explicable en la obra de arte es escaso, su esencia no es explicable, sino únicamente contemplable. 


El artista y el arte

No es necesario que discutamos sobre mis cuadros, estos ya los vemos. Yo parto de lo contemplado. No deseo inventar temas nuevos, ni composiciones artificiosas como, por ejemplo, Salvador Dalí. Lo que más me gusta es ver de nuevo con mis propios ojos los temas primigenios de la Humanidad ... El arte se sustrae a toda definición. Durante mucho tiempo uno es un tiesto vacío, después crece algo que uno no desea. Se cuela algo que uno en realidad no entiende. El dios Azar crea en nuestro interior.
Me opongo muy decididamente a los dogmas artísticos. Porque el arte no es una ciencia, ni está sometido a ninguna ley palpable. El pintor tiene que partir de la aparición de lo vivo. Está ahí para dar forma al mundo y mostrar que no solo de pan vive el hombre. Estoy en contra de los abstractos, que pintan a escobazos, bombardean el lienzo con una ballesta y dejan chorrear hacia abajo salsas de colores. Los resultados son cuadros que se podrían hacer en serie, a miles. La creación es mínima, adecuada a lo sumo para el papel pintado y las faldas de señora.Se me ha llamado conservador. Acaso lo sea, desde luego soy primitivo y popular. Necesito la vinculación con el mundo sensorial, el valor para la fealdad, la vida sin diluir...

No, los artistas no deben mejorar ni hacer apostolado. Son demasiado escasos. Sólo tienen que dar testimonio. La gracia está fuera del poder de disposición humano, pero lo que importa es la gracia. El esfuerzo por el arte exige mucha paciencia. Durante mucho tiempo yo fui una “nada” [Dix casi lo grita], pero de repente puedes convertirte en un “algo”. Nunca había hablado tanto. Hoy he sido una suerte.



Sobre la verdad


Camus: “Si la verdad es de derechas, yo seré de derechas”.

sábado, 7 de abril de 2018

Lluvia

 

Hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la mujer
entra a la casa por la ventana y no por la puerta
por una puerta se entra a muchos sitios
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo
pero no al mundo
ni a una mujer
ni al alma
es decir
a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así
como hoy
que llueve mucho
y me cuesta escribir la palabra amor
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran
y cuándo
y cómo
pero el alma qué puede explicar
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca
palabras que naufragan
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca
escribirá
como el silencio que hay entre dos rosas
o como yo
que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia
a la lluvia
a mi corazón desterrado. 

... 
Lluvia, Juan Gelman.

Una sonrisa para recordar



Teníamos peces dorados que daban vueltas y vueltas en círculos en un estanque sobre la mesa cerca de las pesadas cortinas que cubrían la ventana laminada y mi madre, siempre sonriendo, queriendo que todos nosotros fuésemos felices, me decía, “¡sé feliz Henry!” y estaba en lo cierto: es mejor ser feliz si se puede pero mi padre continuaba golpéandonos a ella y a mí varias veces a la semana mientras se embravecía por dentro su armatoste de 6.2 pies porque no podía comprender que era lo que lo atormentaba en su interior.
Mi madre, pobre pez, queriendo ser feliz, recibiendo palizas dos o tres veces a la
semana, diciéndome que fuera feliz: “¡Henry, sonríe! ¿Por qué nunca sonríes?”

Y entonces ella sonreía, para mostrarme cómo hacerlo, y era la sonrisa más triste que jamás haya visto. Un día todos los peces dorados murieron, los cinco, flotaban en el agua, sobre sus costados, con sus ojos aún abiertos, y cuando mi padre llegó a casa se los lanzó a los gatos ahí mismo en el piso de la cocina y nosotros contemplábamos mientras mi madre sonreía.

... 
Una sonrisa para recordar, Charles Bukowski.

Crudos con amor



 Chiquilla morena de
afables ojos
cuando llegue el momento de
usar la navaja
no me turbaré y
no te echaré
la culpa,
cuando vaya manejando a la orilla solo
mientras las palmas se agitan [en un adiós],
las feas y pesadas palmas,
los vivos no lleguen
los muertos no se marchen,
no te echaré la culpa,
en vez de eso
recordaré los besos
nuestros labios crudos con amor
y cómo tú me diste
todo lo que tenías
y cómo yo te
ofrecí cuanto quedaba de
mí,
y recordaré tu pequeño cuarto
tu tacto
la luz de la ventana
tus grabaciones
tus libros
nuestro café de la mañana
nuestras tardes nuestras noches
nuestros cuerpos echados juntos
durmiendo
las diminutas corrientes prolongadas
continuas e incesantes
tu pierna mi pierna
tu brazo mi brazo
tu sonrisa y el calor
tuyo
que me hizo reír
de nuevo.
chiquilla morena de afables ojos
tú no tienes ninguna
navaja. la navaja es
mía pero no la usaré
aún. 

... 
Crudos con amor, Charles Bukowski.