domingo, 8 de abril de 2018

Otto Dix sosteniendo una flor


El recuerdo de la guerra

(…) Cuando estabas en primerísima línea, el miedo desaparecía. En fin, todo esto son acontecimientos que yo necesitaba vivir a toda costa. También tenía que vivir cómo de repente uno cae a mi lado y... se acabó: la bala le ha acertado de lleno. Todo esto tenía que vivirlo con suma exactitud. Lo deseaba. Así que no soy un pacifista. O quizá fui una persona curiosa. Necesitaba presenciarlo todo con mis propios ojos. Y es que soy unrealista, sabe usted, que necesita verlo todo con sus propios ojos para constatar que es así... De modo que soy un realista. Tengo que verlo todo. Tengo que presenciar en persona todos los abismos insondables de la vida. Por eso voy a la guerra.


Los cuadros de prostitutas

... Pero, hombre, ¿por qué pintas eso? Nadie quiere colgarlo. Nadie quiere verlo. Sí, qué sentido tiene en realidad todo eso. Pero tu vas y lo pintas. Las malditas putas y las malditas beldades ajadas y todas esas tristezas de la vida. Quién diablos va a disfrutar con eso. A nadie le gusta. No hay galería que quiera exhibirlo. Para qué lo pintas... Bueno, tengo que decirlo: Prefiero seguir a mi voz interior, que me lleva a alguna parte sin que me diga qué sentido tiene (...) Sí, desde luego que no lo pinto para ésos. Ni para ésos ni para aquéllos. Lo siento. Y es que soy un proletario de pro, no es verdad, que digo: “¡Eso lo hago! Y podéis decir lo que se os antoje.” Para qué es bueno eso, ni yo mismo lo sé. Pero lo hago.

El retrato

Hace muchos años Max Liebermann me dijo: “Pinte usted mucho retrato. De todos modos todo lo que pintamos nosotros, los alemanes, es retrato.”(...) Todo buen retrato se basa en la contemplación. La esencia de cada persona se manifiesta en su apariencia; el exterior es la expresión del interior, es decir, exterior e interior son idénticos. Esto llega al punto de que hasta los pliegues de sus ropas, la postura de una persona, sus manos, sus orejas informan en el acto al pintor sobre el espíritu de su modelo; éstas últimas a menudo más que los ojos y la boca.
La gente se imagina siempre que el retratista es un gran psicólogo y fisionomista, capaz de leer en el acto en cada rostro las virtudes y vicios más ocultos para luego trasladarlos al cuadro. Esto es pura literatura pues el pintor no valora, mira. Mi lema es: “Confía en tus ojos.”

Importancia de la forma

Me interesa sobremanera la forma, no me refiero sólo al color, sino a que la forma sea grande y cerrada. Y en la técnica pictórica que yo utilizaba, lo primero que se fija es la forma. Las capas de color que yo podía aplicar encima a voluntad esconden bajo ellas hasta el menor detalle.

Desterrado al paisaje

En la época nazi pinté paisajes en cantidades industriales. Allí no había nada más. Así que salía al campo y dibujaba (con desdén) árboles, un par de árboles... cosas por el estilo. Me desterraron al paisaje (ríe para sí). Al principio era nuevo para mí. Ahora lo he visto tantas veces, que ni siquiera me fijo en él. En realidad tampoco me interesa ya demasiado. Me atraen mucho más los seres humanos, las personas.

La esencia de la obra de arte

Ya le escribí hace poco que no estoy dispuesto a “someter a discusión” mis cuadros. En Alemania hemos oído durante años la voz del pueblo sobre cuestiones artísticas y qué poco ha sacado a la luz la verdadera esencia del arte. Las discusiones terminan en que cualquier provinciano y cualquier “ciego” desea manifestar sus pequeños deseos. Todos creen saber cómo debería ser el arte. Pero los menos tienen el sentido necesario para percibir la pintura, me refiero al sentido de la vista. Y concretamente un sentido de la vista que capte colores y formas como realidades vivas en el cuadro. Porque en el cuadro lo importante no son los objetos, sino la manifestación personal del artista sobre los objetos. Es decir, no el qué, sino el cómo. La discusión no ruidosa, sino callada. Lo primero que el artista exige al observador es discreción, pues lo explicable en la obra de arte es escaso, su esencia no es explicable, sino únicamente contemplable. 


El artista y el arte

No es necesario que discutamos sobre mis cuadros, estos ya los vemos. Yo parto de lo contemplado. No deseo inventar temas nuevos, ni composiciones artificiosas como, por ejemplo, Salvador Dalí. Lo que más me gusta es ver de nuevo con mis propios ojos los temas primigenios de la Humanidad ... El arte se sustrae a toda definición. Durante mucho tiempo uno es un tiesto vacío, después crece algo que uno no desea. Se cuela algo que uno en realidad no entiende. El dios Azar crea en nuestro interior.
Me opongo muy decididamente a los dogmas artísticos. Porque el arte no es una ciencia, ni está sometido a ninguna ley palpable. El pintor tiene que partir de la aparición de lo vivo. Está ahí para dar forma al mundo y mostrar que no solo de pan vive el hombre. Estoy en contra de los abstractos, que pintan a escobazos, bombardean el lienzo con una ballesta y dejan chorrear hacia abajo salsas de colores. Los resultados son cuadros que se podrían hacer en serie, a miles. La creación es mínima, adecuada a lo sumo para el papel pintado y las faldas de señora.Se me ha llamado conservador. Acaso lo sea, desde luego soy primitivo y popular. Necesito la vinculación con el mundo sensorial, el valor para la fealdad, la vida sin diluir...

No, los artistas no deben mejorar ni hacer apostolado. Son demasiado escasos. Sólo tienen que dar testimonio. La gracia está fuera del poder de disposición humano, pero lo que importa es la gracia. El esfuerzo por el arte exige mucha paciencia. Durante mucho tiempo yo fui una “nada” [Dix casi lo grita], pero de repente puedes convertirte en un “algo”. Nunca había hablado tanto. Hoy he sido una suerte.



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