miércoles, 28 de junio de 2023

DONALD en el ORGULLO 2023



DONALD os desea lo mejor para este ORGULLO 2023. MAKE AMERICA GREAT AGAIN y Arriba con los derechos LGTBIQA+ .
 

FIDEL en el ORGULLO 2023



FIDEL os desea lo mejor para este ORGULLO 2023. HASTA LA VICTORIA SIEMPRE Y Arriba con los derechos LGTBIQA+ .
 

FRANCISCO en el ORGULLO 2023


 FRANCISCO os desea lo mejor para este ORGULLO 2023. V.I.V.A. E.S.P.A.Ñ.A. Y Arriba con los derechos LGTBIQA+ .

sábado, 24 de junio de 2023

viernes, 23 de junio de 2023

martes, 20 de junio de 2023

Frases cortas para poner en tus "post" de instagram

 


  1. “Menos es más.” Se le achaca al arquitecto alemán, Mies van der Rohe
  2. “La práctica hace al maestro.”
  3. “Todo lo que hagas, hazlo con amor.” Pasaje bíblico
  4. “Somos lo que elegimos ser.” Jean-Paul Sartre
  5. “Poder decir adiós es crecer.” Gustavo Cerati
  6. “Si no viene, usa el plan “ve”.“
  7. “Valora cada paso.”
  8. “Nunca es tarde para volver a intentarlo.”
  9. “Sé el amor de tu vida.”
  10. “Mi vida es mi mensaje.” Mahatma Gandhi
  11. “Somos instantes.
  12. “Si te cansas, aprende a descansar, no a renunciar.
  13. “Quiero, puedo y me lo merezco.”
  14. “Haz de cada día tu obra maestra.” John Wooden
  15. “No me acuerdo de olvidarte.” Famosa frase dicha en la película Memento, dirigida por Christopher Nolan.
  16. “El cambio es la única constante.” Heráclito
  17. “Cuando dejas de soñar dejas de vivir.” Malcolm Forbes
  18. “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando.” Pablo Picasso
  19. “Si no te gusta donde estás, muévete. No eres un árbol.” Jim Rohn
  20. “Desde que me cansé de buscar, he aprendido a hallar.” Friedrich Nietzsche
  21. “No sueñes tu vida, vive tu sueño.”
  22. “Si no es ahora, ¿entonces cuando?”
  23. “No vemos las cosas como son, vemos las cosas como somos.” Anaïs Nin
  24. “Sólo se vive una vez.”
  25. “Una imagen dice más que mil palabras.”
Y un montón de mierda mas, con lo que no querer decir nada, debajo de tus fotos de instagram.

jueves, 15 de junio de 2023

La realidad televisada


La realidad televisada nos hace peores porque los hechos se convierten en relato y el control del relato se convierte en poder.

lunes, 12 de junio de 2023

sábado, 10 de junio de 2023

Expresiones faciales descontroladas ante la aceleración de la historia y reducción del presente.


 Expresiones faciales descontroladas  ante la aceleración de la historia y reducción del presente. Ejemplo gráfico nº5.

La paradoja del acontecimiento desencadenante El acontecimiento que traduce una aceleración de la historia se distingue del que expresa un simple cambio de perspectiva individual. Veamos el ejemplo de un estudiante que acaba de completar su formación universitaria: la entrada en el mercado de trabajo y la búsqueda de un puesto que represente puntos de inflexión mayores (los turning points de la sociología anglosajona). Si tiene éxito, este estudiante encontrará la perspectiva de una trayectoria estable. Pero si fracasa, multiplicará los contratos temporales y hará la penosa experiencia de una anomalía causal, pues los períodos regulares durante los que él se ha formado parecen tener menos consecuencias que los períodos más movidos, que ofrecen las oportunidades. Por tanto, los puntos de inflexión verdaderamente determinantes tienen la particularidad de que siempre acaban rediseñando una trayectoria profesional. Contienen, como indica Andrew Abbott, un potencial narrativo que la iniciativa personal o las amistades comprensivas contribuyen a realizar, y no se reducen a circunstancias azarosas.

Esta variación de carrera se inscribe en un proceso que está marcado teleológicamente. El individuo posee una representación de la meta. Actúa con vistas a maximizar las oportunidades de alcanzarla. Aparte del hecho de que superan el marco de las acciones de un solo individuo, las aceleraciones de la historia aparecen a menudo, a la inversa, como desprovistas de finalidad. Más bien, en el momento en que se producen parecen ligadas a un acontecimiento desencadenante excepcional que se afirma primero hablando su propia lengua. Se objetará enseguida que un proceso orientado teleológicamente se parece a una aceleración de la historia. Nadie negará que el progreso científico conoció una etapa decisiva cuando un hombre caminó sobre la Luna y que este acontecimiento coronó los esfuerzos constantes de una comunidad de científicos y expertos. Esto es una definición disponible de los cambios de velocidad histórica. Tal vez sea la definición en la que todo el mundo piensa espontáneamente. 

El análisis de los factores materiales de la aceleración del proceso histórico, y en especial del desarrollo exponencial de los modos de transporte y comunicación que reducen las distancias de una manera casi mágica, muestra hasta qué punto la metáfora de Karl Marx, que en 1850 compara las revoluciones con «locomotoras de la historia», resume las experiencias temporales de toda una generación en movimiento. La consciencia de los avances técnicos que marcan la segunda mitad del siglo XIX es un dato central del Historismus, entendido como una doctrina general del progreso. Pero las aceleraciones de la historia no tienen más que correlatos objetivos y una definición en cierto modo fisicista de sus acontecimientos desencadenantes que las interpretaría únicamente en términos de sucesión pura y acumulativa y se conformaría con identificar sus límites cronológicos exteriores, sin poder señalar el tipo de cambio que ellas introducen ni identificar la gama de reacciones mentales contradictorias que suscitan (los análisis de Reinhart Koselleck, por no citar más autores, parten de esta constatación).

Los acontecimientos asociados a fases de aceleración sin finalidad legible son de un género particular. Trastornan el equilibrio entre las variaciones internas mínimas y la fuerza de inercia, por lo general máxima, de una sociedad estable. Sumergen a los individuos en el espesor nuevo de una actualidad im-prevista, los obligan a menudo a reaccionar antes de actuar, y diseñan en el hueco del espacio público una línea divisoria irreductible entre un antes y un después. A la manera de una cámara de resonancia, estos acontecimientos re-percuten y convierten en otras tantas historias personales a lo que sale del or-den de lo político y crean a continuación una memoria indeleble que orienta por mucho tiempo el futuro de la acción. Por consiguiente, desde el punto de vista de quienes las viven en directo las aceleraciones de un proceso histórico se diferencian de los simples cambios de perspectiva e incluso de los procesos orientados teleológicamente por al menos tres aspectos: no son la consecuencia de un solo turning point, no restituyen a posteriori una trayectoria que habría sido premeditada, y el murmullo colectivo que ellas ocasionan pa-rece al principio indescifrable. Dicho de otra manera, las aceleraciones son casi siempre la consecuencia del cruce de varios puntos de inflexión cuyo desenlace nadie consigue anticipar. La razón es sencilla: en el hueco de estas aceleraciones de la historia se aloja la paradoja del acontecimiento desencadenante. Si analizamos ahora el ejemplo de una derrota militar, comprendemos que ésta nunca se explica in fin por el número de soldados presentes, por el sistema de reclutamiento que selecciona a mercenarios en detrimento de los profesionales, por la tasa elevada de pluviometría que vuelve pesado el terreno y reduce la visibilidad, por la evidente fatiga del estado mayor, ni siquiera por el grado de perfeccionamiento de las armas utilizadas. No es sólo la combinación de estas condiciones estructurales lo que provoca la derrota, sino también la diferencia específica que ellas introducen en el juego de las contingencias sincrónicas de la historia presentándose en un momento dado como acontecimiento individualizado. El historiador del ejército atribuye sin  dilación al acontecimiento de una derrota militar el aspecto de un fenómeno unificado que una datación precisa contribuye a circunscribir. Le presta retrospectivamente una causalidad legible y englobante, pero se da cuenta deque también este acontecimiento es el fruto de una síntesis inestable de facto-res no determinantes por sí mismos, a la cual se añade el carácter singular e irrepetible  de  su  formulación  definitiva.  El  sentido  del  acontecimiento  que imaginamos desencadenante desborda siempre la simple declaración de sus datos iniciales perceptibles. Pero el curso regular del mundo no es trastornado por una derrota militar, y una aceleración de la historia no se produce verdaderamente si el acontecimiento de la debacle no entra a su vez en relación con otros acontecimientos o  procesos  desencadenantes.  El  estallido  de  un  conflicto  también  depende, como se sabe, de unas reacciones gubernamentales imprevisibles y de eventuales lógicas secesionistas internas en las naciones implicadas, como atestigua cíclicamente el peso de los conflictos de intereses entre facciones rivales. Ningún acontecimiento desencadenante es químicamente puro. Lo que modifica los parámetros de la fuerza de inercia de una sociedad hasta el punto de reactivar el proceso global de sus operaciones colectivas es más bien la interacción  entre  acontecimientos  considerados  decisivos.  Así  pues,  importa poco intentar medir la velocidad de un cambio social o histórico en particular, pues éste procede cada vez de una especie de frotamiento entre los diferentes ritmos de las circunstancias que lo componen en última instancia. Abordada de esta manera, la paradoja del acontecimiento desencadenante se debe a que al fin y al cabo mezcla dos niveles de efectividad. Por una par-te, el nivel público y visible, que es parcialmente descriptible, ya que no total-mente inteligible, y que los testigos directos colocan espontáneamente bajo la figura de la unidad (esto es la asignación de una causalidad monolítica). Por otra parte, el nivel combinatorio, invisible y opaco, en el que el hecho de la interacción se afirma y se construye en paralelo a los proyectos declarados o solamente deseados de los individuos (esto es la naturaleza profundamente solidaria  o  incluso  interexpresiva  de  acontecimientos  cuya  talla  resulta  ser histórica). Esta paradoja explica que las aceleraciones de la historia sean unos procesos fuertemente indeterminados cuya intensificación, que se interpreta instintivamente en términos de una lógica de superación causal y acumulativa, remite de hecho a un orden combinatorio. Aunque las aceleraciones de la historia están emparentadas, en virtud de su complejidad interna, con el movimiento indefinido de las nubes, todo el mundo se empeña en traducirlas a los términos de la trayectoria rectilínea de una bola de billar a la que un empujón inicial basta para darle impulso (por retomar las dos representaciones del tiempo que Robert Musil opone constantemente). Ya se sabe que cuanto más serias son las consecuencias de un acontecimiento, menos fácil es pensarlo según sus causas. Sin embargo, siempre se le presta el rostro de un origen radical que provoca el paso brusco de una época a otra.

...
Pequeña filosofía de la aceleración de la historia * OLIVIER REMAUD 1 École des Hautes Études en Sciences Sociales, París


jueves, 8 de junio de 2023

Elecciones Generales

Mujeres que votan a Vox. Maricas, transexuales, inmigrantes, hijos de inmigrantes y discapacitados que votan a Vox. Putas y chaperos que votan a Vox. Negros y Chinos y Latinos y delEste y Moros y Gitanos y luego todos los demás: obreros, cerrajeros, albañiles, oficinistas, comerciales, agricultores, fontaneros, ganaderos y todo tipo de asalariados. Opositores, funcionarios, interinos, estudiantes y parados. Todo tipo de gente que antes votaba al PSOE, incluso a Podemos y después al Partido Popular y que después de aprender a ser "pobres agradecidos" del poder, dan un paso más y votan por la ultraderecha, votan por Vox. 

Gracias a todos ellos por votar en conciencia y hacer que la democracia se ponga en valor, a través del voto a favor de quienes os harán pasarlas bien putas durante los próximos cuatro años o el resto de vuestra vida. Mientras tanto, todos los medios te animan a participar del ejercicio democrático que consiste en decidir quién se reparte el país a partir de tu confianza desde el día siguiente que cuenten tu papeleta. 

Gracias y hasta luego.

A todas vosotras os recuerdo que votar al poder no os hace poderosas sino sumisas. Que la riqueza se acumula de la misma manera con o sin vuestro voto. Que votar a los ricos no os saca de la pobreza. Que lo importante no es siempre la economía. Que tu bienestar no tiene que ver con los beneficios. Que normalmente las grandes empresas son contrarias a tu bienestar. Que tus derechos no suelen ser compatibles con sus privilegios. Y que ser demócrata no significa delegar tu conciencia por una apuesta ganadora en unas "elecciones democráticas" como quien apuesta en un C.O.D.E.R.E. sobre cualquier mierda, cualquier día de la semana.

V.I.V.A. E.S.P.A.Ñ.A.

V.O.T.A. y sé responsable con tu voto: Se un D.E.M.Ó.C.R.A.T.A.

Y luego vas y me lo cuentas.

Elogio de la guillotina


El fascismo era algo más, era la autobiografía de la nación. Una nación que cree en la colaboración de clases; que renuncia a la lucha política por pereza, es una nación que vale poco.

Pietro Gobetti, Elogio de la guillotina , 1922

 

Expresiones faciales descontroladas ante la aceleración de la historia y reducción del presente


Expresiones faciales descontroladas  ante la aceleración de la historia y reducción del presente. Ejemplo gráfico nº4.

La ideología historicista que eleva a culto la historia quiebra la confianza de sus agentes en sus propias convicciones morales porque les enseña que deben apoyarse sólo en las normas confirmadas por determinada versión del “proceso universal”, y que siempre deben buscar en la historia la confirmación para sus acciones. Según esta lógica, si la historia se desarrolla en la dirección de una sociedad justa y feliz –un buen fin por sí mismo–, y responde a profundas necesidades de sus agentes, entonces es necesario “abreviar y mitigar los dolores del parto” (Marx, 1991: 8). En consecuencia, resultaría razonable ayudar al progreso de la historia, ya que siempre vencen aquéllos que adivinan su curso y, lo que es más importante, alivian sus partos. 

Igualmente habría que marchar al ritmo de la historia olvidando los propios escrúpulos y recordando que ésta justifica los principios que perviven y triunfan. En la palestra de la historia, a los vencedores no se les juzga y a los vencidos no se les compadece. La filosofía del historicismo interpreta el proceso histórico como un movimiento hacia un fin determinado provocado por el sujeto revolucionario; ya que a tal sujeto se le adscribe el privilegio y la capacidad de la previsión histórica absoluta, todas las acciones políticas se legitiman por su profecía del futuro. Surge el tipo especial de sanción moral (el moralismo político) que elimina la capacidad moral de juicio independiente y construye una moral universal con base en la filosofía revolucionaria de la historia. El fundamento ideológico de la política en correspondencia con la marcha de la historia tiene consecuencias muy serias. En primer lugar, se libera el potencial revolucionario de los cambios legitimado por la necesidad de acelerar el movimiento histórico. En segundo lugar, la política puede adquirir la predisposición a la violencia y al terror. Y en tercer lugar, esta política, orientada por la ideología historicista, se convierte en una actitud dogmática; el dogmatismo nada necesita tanto como una doctrina fortalecedora de las convicciones de sus adeptos por medio de la afirmación escatológica: el tiempo mismo trabaja a su favor. Los ideólogos del historicismo están convencidos de que sus proyectos e ideales poseen la trascendencia extratemporal y por lo tanto nunca, en ninguna circunstancia histórica, podrán ser cambiados. Por eso exigen a sus seguidores buscar en la lucha social (que deberá llevar estos ideales al triunfo) su predestinación suprema, considerarse como eternos deudores de ésta. Están proféticamente seguros de que, después de su muerte, las generaciones venideras continuarán su “causa sagrada” y la llevarán a su cumplimiento exitoso; al prevenir contra la confianza ciega en el triunfo de cualquier proyecto “consagrado” por las leyes férreas de la historia, Sartre (1994: 144) advierte: “tengo que limitarme a lo que veo; no puedo estar seguro de que los camaradas de lucha reanudarán mi trabajo después de mi muerte para llevarlo a un máximo de perfección, puesto que estos hombres son libres y decidirán libremente mañana sobre lo que será el hombre…”. 

Cada generación forja sus proyectos e ideales aunque probablemente serán reemplazados por las generaciones venideras. No hay garantía de que los hombres venideros, a favor de quienes sus padres hicieron tantos sacrificios, no resulten ingratos y se mofen de los gestos que a sus antepasados les parecieron tan nobles y heroicos. Es obvio que nuestros antepasados fueron, en algún tiempo, contemporáneos. Los griegos o los romanos antiguos no sospecharon que vivían en la Antigüedad, y la gente del Medievo no consideró que su tiempo era medieval. Sin embargo, la contemporaneidad del presente (la contemporaneidad viva) se distingue de la que ha existido en el pasado por una sola cualidad: tiene futuro; sólo el hombre contemporáneo, mientras vive, tiene futuro. Nuestros antepasados, que ya murieron, no tienen futuro; su futuro se quedó, de una vez y para siempre, en el pasado. 

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Mijaíl Málishev Krasnova, Pedro Canales Guerrero La aceleración de la historia y la reducción del presente Ciencia Ergo Sum, vol. 7, núm. 1, marzo, 2000 Universidad Autónoma del Estado de México México 
 

miércoles, 7 de junio de 2023

Fuga disociativa



La fuga disociativa se caracteriza por un viaje repentino lejos del hogar o del trabajo, con incapacidad para recordar el pasado y con confusión acerca de la identidad previa. Se trata de un proceso psicobiológico que subyace en una variedad de fenómenos psicológicos normales y patológicos merced al cual se desagregan diversas funciones mentales habitualmente integradas. Según Spiegel, la disociación no es sólo una defensa contra los recuerdos traumáticos y los deseos inconscientes inaceptables, sino también contra la propia respuesta al trauma. La fuga disociativa se caracteriza por lesiones teóricamente reversibles de la memoria autobiográfica asociadas a experiencias abrumadoras presentes, anticipadas o temidas.

Una persona aparentemente integrada desaparece repentinamente y se dirige a otro lugar sin saber explicar el porqué, aunque su conducta parece intencional está adaptada. Durante la fuga no presentan psicopatología y no llaman la atención. Suele haber amnesia sin otras alteraciones cognitivas. En los casos donde se asume otra identidad, esta suele tener rasgos más desinhibidos que la previa, pudiendo darse un nuevo nombre, elegir nueva residencia y dedicarse a actividades sociales complejas que estén bien integradas y que no sugieren la presencia de trastorno mental, de modo que la recuperación de la memoria y el regreso a las circunstancias de partida suelen acompañarse de malestar. Los factores etiopatogénicos psicosociales incluirían las experiencias traumáticas y el abuso infantil, la personalidad y las variables culturales, con factores predisponentes como la angustia de separación, depresión, impulsividad, consumo de tóxicos, daño cerebral y algunos fármacos. Los factores biológicos serían la participación de los sistemas opioides endógenos y determinados sistemas de neurotransmisión noradrenergicos y serotoninérgicos. En pruebas de imagen se han observado cambios en funciones límbico-corticales en pacientes con amnesia psicógena, probablemente porque las estructuras del sistema límbico se relacionan con los eventos autobiográficos

Es más frecuente en adultos y en episodios únicos, con una prevalencia del 0, 2%. Existen 3 tipos de fuga: clásico (amnesia biográfica, cambio de identidad, asentamiento en lugar extraño), amnesia de identidad personal y regreso a un período anterior de la propia vida. El diagnóstico diferencial se realiza con el abuso de alcohol, episodios psicóticos, maníacos, enfermedades neurológicas y simulación, siendo a veces difícil diferenciar de la simulación ya que ambos tienen un componente de escape de una situación insoportable. Son necesarias varias pruebas para descartar organicidad. De manera común pueden aparecer depresión y abuso de sustancias.

Con respecto al tratamiento, no hay estudios controlados al respecto. Puede ocurrir recuperación espontánea una vez que el paciente es apartado de la situación que generó la amnesia, mientras narra su historia o cuando se le tranquiliza que la memoria regresará. Desde el punto de vista psicoterapéutico se han utilizado diferentes métodos, como la confrontación paulatina con la realidad tanto individual como familiar, además de otros métodos como la hipnosis clínica. El ritmo del tratamiento debe hacer tolerable la recuperación del material disociado, habiéndose considerado incluso que si se retiran las barreras amnésicas antes de la estabilización, existe el riesgo de suicidio.

Debido a la influencia de los problemas de relación en estos cuadros, se ha considerado importante la terapia familiar o de pareja asociada a la individual. El material disociado será procesado de forma repetida para reestructurar el significado de las experiencias disociadas, y el tratamiento se centraría en lograr la reintegración.

Caso clínico: Paciente varón de 45 años (J.) que ingresa en el Servicio de Neurología con un cuadro de amnesia retrógrada autobiográfica. Durante el ingreso solicitan valoración por parte de Psiquiatría y posterior control en Centro de Salud Mental (CSM).

Antecedentes personales: Ex-consumidor de cocaína y heroína endovenosa en abstinencia desde hace años, según refiere la familia. Depresión hace 17 años, tras separación de pareja. Padre diagnosticado de depresión, con 2 ingresos psiquiátricos y un intento autolítico previos hace varios años. Convive con su pareja desde hace 9 años, sin hijos. Separado de pareja anterior. Cocinero, lleva 2 meses en un nuevo trabajo.

El paciente desapareció durante 6 días sin noticias, siendo encontrado por la Policía en un pueblo cercano y llevado al hospital. No presentaba alteración de la memoria de lo ocurrido en los últimos días: comentaba que había paseado por el río, que siempre había vivido ahí. No recordaba nada anterior a esta semana.

Exploración neurológica al ingreso: Consciente, orientado. Nomina, repite y comprende. Obedece órdenes. Cálculo y memoria anterógrada conservada. Alteración de memoria retrógrada. No afasia, no agnosia, no aparente alteración de otras funciones superiores. Campimetría, pupilas y pares craneales normales. Fuerza y normal, reflejos osteotendinosos simétricos. Sensibilidad normal. No dis-metría. Marcha normal. Romberg negativo.

Pruebas complementarias: Analítica de sangre completa normal, serología negativa, tóxicos en orina negativos, punción lumbar normal, Tomografía axial computarizada y resonancia magnética craneales normales.

En hospital se observó la pasividad del paciente, que vivía la situación con indiferencia afectiva y "belle indiference". El núcleo fundamental de la amnesia era la biografía, tanto el contenido personal como laboral. Se diagnostica amnesia retrógrada de contenido autobiográfico y probable fuga disociativa. Desde ahí se le remite a CSM para seguir valoración. Acude a consulta acompañado por su mujer (R.), quién contesta las preguntas. J. permanece pasivo a la escucha "cuando vayan llegando las cosas, irán llegando". En la exploración destaca indiferencia afectiva, con poca implicación emocional en el relato de los hechos. Mantiene memoria procedimental para algunas acciones: vestir, caminar, leer, escribir. Refiere apraxia laboral: no sabe cocinar (es cocinero desde hace 30 años) ni conducir. No tiene clínica psicótica ni ideas autoliticas.

En esta entrevista inicial R. comenta "un día se fue, desapareció", niega incidentes o discusiones, aunque llama la atención el hecho de que llevaba desaparecido 5 días antes de que R. contactase con los padres de él y con la Policía. El mes anterior un amigo de la familia le prestó a J. una suma alta de dinero y desconocen en que utilizó el dinero. Había pedido un adelanto de sueldo en el trabajo, donde al parecer tenía problemas con su jefe. Meses antes le vio agobiado, se quería ir de la ciudad porque había encontrado a "alguien con quién tenía una deuda importante de hace años".

En entrevistas posteriores su mujer reconoce que cree que años atrás, J. volvió a consumir drogas. Llevan años con problemas de pareja y ella se estaba planteando la separación. Estuvieron conviviendo en la misma casa, aunque sin tener relación de pareja. El día previo a la fuga tuvieron una discusión "su manera de enfrentarse a los problemas es escapar". Según palabras de su madre, J. es su "hijo preferido". Sus padres no saben nada de los problemas de pareja ni económicos.

En las primeras entrevistas destaca gran dificultad de plantear la situación previa real tanto por parte de J., como por parte de su mujer y de sus padres. A lo largo de las citas hemos podido ir aclarando aspectos que inicialmente no se explicitaba, como el consumo de drogas reciente, importante conflictiva de pareja, dificultades económicas y laborales. J. es capaz de planear su miedo a "volver a ser como dicen que era...". En este punto destaca una clínica depresiva, con anhedonia y apatía, baja autoestima y falta de deseo sexual, por lo que se inició tratamiento con bupropión 150mg/día. Inicialmente presentaba recuerdos generales (una canción, un sitio, un personaje público), siendo cada vez más biográficos, aunque sin recuerdos de su relación, del consumo ni del trabajo. No volvió a presentar fugas ni trastornos disociativos.

Llama la atención la dificultad inicial del entorno del paciente para relatar con claridad la secuencia de acontecimientos, los factores relacionados y las dificultades relacionales de pareja de larga evolución. Tras varios meses de terapia finalmente pueden expresar sus dificultades de manera más realista y adaptativa, con marcada mejoría, realizando cada vez de manera mas activa esfuerzos para recordar. Permanece una amnesia de contenido biográfico, sobre el consumo de tóxicos actual y los problemas de pareja, siendo aún incapaz de recordar como se precipitó la fuga, todo ello en probable relación con la intensidad de los recuerdos traumáticos.

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La fuga disociativa. A propósito de un caso y una breve revisión bibliográfica

Livia De Rezende Borges, Ángel Ramos Muñoz, Juan Carlos González

Fast Food Poem Nº1



Fritos
Cheetos
Doritos
Tostitos

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Fast Food Poem nº1

La memoria de los pobres




"La memoria de los pobres está menos alimentada que la de los ricos, tiene menos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también menos puntos de referencia en el tiempo de una vida uniforme y gris. Tienen, claro está, la memoria del corazón, que es la más segura, dicen, pero el corazón se gasta con la pena y el trabajo, olvida más rápido bajo el peso de la fatiga. El tiempo perdido sólo lo recuperan los ricos. Para los pobres, el tiempo sólo marca los vagos rastros del camino de la muerte."




Albert Camus | El primer hombre

Caronte está de baja


Caronte está de baja y la barca que cruza el río Aqueronte no tiene capitán. Mi descanso en el Averno queda a la voluntad de los vientos y mareas que gobiernen la barca. Justo después de la historia, la del presente, la biografía.

Expresiones faciales descontroladas ante la aceleración de la historia y reducción del presente


Expresiones faciales descontroladas  ante la aceleración de la historia y reducción del presente. Ejemplo gráfico nº3.

Si la gente que vivió antes de nosotros hubiera demostrado que su modo de vivir fue el único posible, entonces la historia sería inútil. Hombres y pueblos sin futuro –que no esperan ningún después– “son hombres y pueblos incapaces para futurizar, incapaces para romper el ritmo de sucesión, de la edad y de la duración para recomponer la marcha misma del tiempo, para dar otro tiempo al tiempo” (Ellacuría, 1991: 345). Ningún conocimiento sobre el pasado permite juzgar a la historia como un almacén donde se guardan las fórmulas o las recetas que nos otorgarán la oportunidad de resolver todos los problemas que nos acosan en el presente y de definir quiénes somos en la historia y qué significa la historia en relación con nosotros. Cada tiempo da su respuesta a esta interrogante y ninguna resulta definitiva para quienes viven en otros tiempos; quizá por eso se tiene la impresión de que nadie es capaz de aprender algo del estudio de la historia para sus fines prácticos, impresión que, por su sentido, es equivalente a otra afirmación: de la historia se puede deducir todo y cualquier cosa. La historia no es un proceso de aprendizaje del cual podría deducirse alguna sabiduría válida para todos los tiempos y pueblos, pero, en el aspecto que nos concierne, siempre existe una continuidad específica que provoca que las significaciones y los valores creados tiempo atrás pervivan y tengan continuidad política o cultural. 

Si el historiador ve la historia con los ojos de los agentes del drama del pasado referido en sus trabajos (lo que no excluye, sino presupone, el uso retrospectivo de la categoría de lo posible), la mirada filosófica, con el trabajo del historiador como punto de partida, se concentra en la visión del hombre contemporáneo que aspira a ver en la historia la propia imagen proyectada en un futuro. 

Si la historia es la duración en que vemos el tiempo desde el pasado, la filosofía de la historia es la precesión en que vemos el tiempo desde el futuro: el futuro es el que configura el pasado. 

El historiador de nuestros días, no importa qué época estudie –Antigüedad, Medievo, Renacimiento o Modernidad–, es nuestro contemporáneo porque vive en la misma época que nosotros. Su contemporaneidad está presente en los métodos y conceptos que aplica al estudio del pasado, en la base empírica de que dispone y en los objetivos con que explora su material. Basta comparar los trabajos de los historiadores contemporáneos con las obras correspondientes de otros periodos históricos para observar diferencias significativas en los aspectos fáctico, metodológico y conceptual; el cambio en la exposición histórica casi siempre refleja un cambio en la manera de entender su presente, de hallarlo problemático o de vivirlo de otro modo. 

A todo historiador le queda claro que su ciencia, como cualquier otra, depende de su tiempo, de su entorno sociocultural y del nivel general en que se encuentra el conocimiento científico de su país. Nosotros juzgamos la pertinencia del conocimiento del historiador, sobre todo, con base en su capacidad para explicar cada vez más plena y objetivamente la vida de los hombres en las diferentes etapas de la historia. El objetivo de sus estudios históricos, desde luego, puede cambiar, pero no cambia la aspiración del historiador a estudiar el pasado como tal, aunque no necesariamente implique preguntarse, en sentido filosófico, cómo debe vivir él mismo en la historia. El historiador tampoco obliga al otro a una acción, sino que lo ilumina cuando éste decide realizarla. Si la historia como profesión es una respuesta a interrogantes planteados por las generaciones pasadas, las cuales retomamos y tratamos de interpretar en calidad de historiadores, entonces la historia presente plantea ciertas tareas sin permitirnos estar satisfechos con lo alcanzado. Pero, en este caso, ya no se trata del sentido de la historia como ciencia, sino de la historia como un presente actuante en el que tenemos que convivir junto con un futuro siempre complejo, contingente e inseguro. El pasado posee tal dimensión temporal que la complejidad, la contingencia y la incertidumbre –inherentes a la generación que vivió su presente– resulta reducidas; este es un hecho innegable que constituye una premisa fundamental de la visión histórica. Conocer la historia y vivir en ella son dos cosas distintas. El hombre vive en la historia no porque la conozca, sino porque experimenta una satisfacción –o más bien insatisfacción con su modo de vida. Unos quieren mantenerse y otros vivir de otra manera, he aquí “su historia”. Para ellos, el pasado no es objeto de conocimiento, sino un punto de partida, ya sea para resistir a los cambios o para adquirir otra cualidad. Vista de esta manera, la historia no es una respuesta, sino una pregunta dirigida a los hombres, es un problema que cada vez debe resolverse de un modo distinto. Como observa atinadamente Savater (1996: 41), “la insatisfacción es la reacción más general, espontánea y desinteresada que han consignado los humanos respecto a lo que en cada momento histórico constituía su presente… Siempre han tenido buenas razones para ello. Las mismas que asistían a Borges cuando acotó, hablando de uno de sus antepasados: «le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir»”. Quizá, entonces, los seres humanos se mueven en la historia porque ésta, en cierto sentido, no les satisface. Su contemporaneidad consiste no tanto en que conocen mejor la historia que sus antepasados (lo que, indudablemente, tiene lugar), sino en que simplemente quieren vivir de manera diferente a la de sus antepasados. Si careciéramos de importancia en la historia, entonces la historia tampoco tendría valor para nosotros; pero normalmente esto no es así. El hombre siempre es alguien en la historia (quizá el hombre no teme morir, sino morir siendo insignificante) y, por lo tanto, la historia tiene algún sentido para él; el valor de la historia siempre es específico, es decir, se revela de diversos modos en diferentes épocas, culturas y pueblos. No obstante, en cualquier caso, la historia no es una simple suma de los datos o testimonios sobre el pasado fijados en los documentos o crónicas, sino una imagen general obtenida del contexto del ser individual y social del hombre, quien ha tenido la responsabilidad de sí mismo y una posibilidad de elección. El hombre –cualquier hombre– que está predestinado a vivir en el presente no tiene derecho a ignorar aquello que le informa la investigación histórica objetiva, lo que, normalmente, “pone entre paréntesis” cuando trata de resolver el problema de sus propios valores individuales y de su propio destino. La historia nos enseña, entre otras cosas, que nuestras convicciones personales son primarias respecto a cualquier estrategia de acción histórica; es un error de la ideología historicista creer que el proceso histórico contiene en sí las garantías del humanismo o de la felicidad, y que el hombre tiene que buscar en la historia su predestinación o considerarse un deudor de ella. La historia no es una hada-madrina que por sí sola puede organizar la vida humana de un mejor modo. La tarea principal de la orientación histórica reside en constituir un marco en donde el hombre tome en consideración las tendencias objetivas del desarrollo social, pero no para elevarlas al grado de finalidades últimas e incuestionables que debe aceptar sumisamente, en detrimento de sus convicciones morales y de sus esperanzas sobre el advenimiento de una sociedad más segura, justa y equitativa.

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Mijaíl Málishev Krasnova, Pedro Canales Guerrero La aceleración de la historia y la reducción del presente Ciencia Ergo Sum, vol. 7, núm. 1, marzo, 2000 Universidad Autónoma del Estado de México México 



Expresiones faciales descontroladas ante la aceleración de la historia y reducción del presente


Expresiones faciales descontroladas ante la aceleración de la historia y reducción del presente. Ejemplo gráfico nº2.


La aceleración de la historia es un asunto de creencias. Ella introduce en el mundo social cambios fundamentales y sugiere al mismo tiempo que los suscribimos. Pero si los individuos están prestos a admitir una nueva creencia en lo que respecta a la naturaleza cambiante del presente, han de adaptarla aún a sus creencias precedentes. Este conjunto de creencias disponible proporciona así respuestas variadas cuando las personas reaccionan a dilemas situacionales e intentan conciliar su interpretación de la realidad con el nuevo espíritu de la época.

Durante los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, el ensayista alemán Sebastian Haffner anotó en el manuscrito de sus memorias que antes del fatídico año 1933, durante el cual Hindenburg nombró canciller a Hitler, todo el mundo era aún más o menos capaz de ser coherente consigo mismo. Algunos acontecimientos podían superar a los individuos y adquirir proporciones gigantescas, pero la esfera de la vida privada seguía relativamente indemne, al abrigo en cierto modo de la trampa institucionalizada. Pero el presentimiento de la locura totalitaria indujo a quien poco después iba a iniciar, durante su exilio londinense, una carrera de periodista a pensar que un acontecimiento es decisivo stricto sensu cuando afecta al dominio íntimo hasta el punto de sacarlo de quicio y formular casos de conciencia inextricables. La historiografía clásica no prestó atención durante mucho tiempo a las variaciones de intensidad individual suscitadas por esa especie de terremoto que hace presagiar de repente lo peor. Prefirió interesarse por las modificaciones de paso igual y regular que suelen darse en la mayoría de los regímenes políticos. Sin duda, el ascenso del nacionalsocialismo es una experiencia extrema de cambio de la velocidad histórica. Al contrario de las dinámicas en evolución constante, que privilegian el escenario psicológico de la adaptación tranquila a las continuidades largas, todas las aceleraciones de la historia tienen, cuando se producen, la consecuencia de electrizar en grados diversos el sistema nervioso de una sociedad y quebrantar el armazón de las identidades personales. Más recientemente, las aventuras europeas de las «revoluciones de terciopelo» han mostrado que las rupturas de cadencia del proceso histórico son casi siempre inesperadas en el orden de la vida cotidiana. La evidencia de un cambio grande se impone a menudo con la fuerza de una sorpresa. La reconocemos mediante unos signos indudables, como la abolición inmediata de las viejas fronteras administrativas, un grado inusual de efervescencia social y una intensificación palpable de las expectativas colectivas. El marco tradicional de la experiencia se embarulla de repente, y los acontecimientos se enlazan unos con otros como los vagones de un tren cuya dirección ignoran los viajeros. La imagen canónica del tren del tiempo que va cada vez más rápido, mientras los paisajes se suceden al ritmo de una alternancia colorida, está en el centro de las filosofías del progreso, que organizan el cambio en relación con un terminus ad quem. Y cuando falta el conocimiento de la meta, esta imagen nos muestra el sentimiento general, sorprendentemente vago, que prevalece en esos instantes y que se escapa al lenguaje claro de la narración omnisciente, mientras que la amplia paleta de impresiones penetrantes que lo caracterizan expresa la unidad huidiza de la época en plena metamorfosis. Las aceleraciones de la historia reaniman la existencia en común. Alertan a las consciencias individuales de transición en los dos modos conjugados del sobresalto y el estremecimiento. Valoran sobre seguro la sensación del esfuerzo mediante el cual intentamos caminar al mismo ritmo que el proceso que se embala y retardan la inteligencia del camino que se habrá recorrido realmente. En otro contexto, John Dewey, confrontado con la impaciencia atmosférica de los años veinte del siglo XX, se interroga sobre las condiciones para ordenar bien un espacio público demasiado móvil que los avances tecnológicos recientes no dejan de reformular. Esta observación inquieta, que se basa en las diferencias de ritmo que provocaron los progresos científicos, no vale sólo para la sociedad americana de entreguerras. Reivindica la necesidad de esforzarse en reunir los ingredientes del sentido común cuando las aceleraciones de la historia no indican por sí mismas una destinación precisa.

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Pequeña filosofía de la aceleración de la historia * OLIVIER REMAUD 1 École des Hautes Études en Sciences Sociales, París

Expresiones faciales descontroladas ante la aceleración de la historia y reducción del presente


Expresiones faciales descontroladas ante la aceleración de la historia y reducción del presente. Ejemplo gráfico nº1.

Todo el mundo sabe que una cosa es saber qué era el pasado antes y sin nosotros, y otra es tratar de saber qué significa el pasado para y con nosotros e, incluso, para las futuras generaciones. Al recurrir al pasado tratamos de entender no sólo cómo se comportó, pensó y sintió la gente que vivió antes de nosotros, sino cómo tenemos que vivir, de qué manera estamos o podemos estar en la historia. Para el historiador el pasado existe como una realidad en sí que, estrictamente, se encuentra fuera de sus propios proyectos y aspiraciones dirigidas al futuro. El historiador ve su tarea como la elaboración de un conocimiento objetivo sobre el pasado, trata de comprender el pasado en su otredad con respecto al presente, con lo que evita cualquier anacronismo o interpretación injustificada por analogía con el presente. Para el filósofo (o para el historiador en calidad de filósofo) el pasado existe sólo en relación con el presente y con el futuro, porque el pasado también esconde tendencias o posibilidades que no han sido realizadas en la historia. El interés por el pasado se basa no sólo en la curiosidad de conocer la historia, sino en la necesidad de vivir en ella. ¿Hasta qué punto vivimos en la historia? ¿Qué es lo que nos convence de ello? Vivimos en la historia porque estamos seguros de que se nos brindan posibilidades duraderas que van más allá de lo que ahora se realiza, y por ello experimentamos el futuro. Sabemos que en el ahora no empezamos desde cero sino que, en cierto modo, estamos aquí después de haber tomado unas posibilidades y excluido otras, aun involuntariamente, es decir, estamos en cierta forma condicionados por lo que ya ha sido, y por eso experimentamos el pasado. En la medida en que nos apropiamos de las posibilidades, hacemos y vivenciamos el presente. Por tanto, el tiempo es la unidad dialéctica de la posibilidad –futuro–, de la necesidad –pasado– y de la operatividad –presente.

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Mijaíl Málishev Krasnova, Pedro Canales Guerrero La aceleración de la historia y la reducción del presente Ciencia Ergo Sum, vol. 7, núm. 1, marzo, 2000 Universidad Autónoma del Estado de México México 



Barca quemada




Llévame en la barca quemada
Para abrir el camino que siempre estuvo ahí
Disuelve la sangre que brota de mí
Guarda los huesos de tus amigos
Arrójalos al fuego para que puedan hablarte
Y fingir que estan vivos


Las mareas vivas
Esconden las marcas
De las que íbamos a morir
Bajo la luna pálida


Llévame en volandas al lugar donde nos conocimos
Para invocar sobre las marcas de mis dedos
En la tierra sin montañas ni precipicios
Donde lo que fue y lo que pudo ser se difuminan
Y no podrán negarlo ni todos los científicos
Y el farero cantará


Rema, marinera, hacia el horizonte
Hasta que no puedas más
Rema, marinera, hacia el horizonte
Con todos tus antepasados


Cuando te follen las fuerzas y no puedas volver
Encontrarás lo que buscas

Triágulo de amor bizarro

martes, 6 de junio de 2023

Nocturno


Sin luna, era una sola sombra larga con el alma igual de sola y oscura.
Sin luna, el agua se tiñó de negro y de infinitas amarguras. 
Sin luna y a ciegas se sumergió en el frío.
En el frío de la nada.



domingo, 4 de junio de 2023

Plenilunio


Luna llena del 4 de junio

Luna de fresa, Luna rosada, Luna de miel. Una Luna llena.

viernes, 2 de junio de 2023

El final de la historia


 La aceleración de la historia hacia un desenlace catastrófico. 

Gratitud




Los buenos tiempos se fueron y los perdiste

¿Qué ha salido mal en tu sistema?
Cosas que rebotan como un spalding
¿Qué pensaste que te perdiste tu vocación?
Es tan libre este tipo de sentimiento
Es como la vida, es tan atractiva
Cuando tienes tanto que decir
Se llama gratitud, y eso es correcto

Los buenos tiempos se han ido, pero lo alimentas
El odio se ha vuelto fuerte. Sientes que lo necesitas
Sólo una cosa ¿sabes?
Lo que crees que el mundo te debe
¿Qué te va a liberar?
Mira adentro y verás
Cuando tienes tanto que decir
Se llama gratitud, y eso es correcto

Beastie Boys

Suspiros de España


Las cifras oficiales del Ministerio de Justicia registran 2.567 fosas comunes en España. Se contabilizan ya 58.000 víctimas, y se calcula que puede haber más de 114.000 desaparecidos. 

Ruina, lo arruinado y el resto arqueológico


Los arquitectos y los historiadores utilizan la palabra ruina; los arqueólogos, por el contrario, a quienes la palabra ruina molesta, se refieren a restos arqueológicos.
Las palabras no son inocentes. Evocan una concepción del mundo distinta aunque denominen una misma realidad.

Una ruina es un ente completo que debe ser preservado tal como se encuentra. Ente paradójico, toda vez que resulta de la ruina de un edificio, de lo que queda de él.
Pero una ruina no es lo mismo que un edificio ruinoso. Éste decae. No se sabe qué le ocurrirá, cómo acabará. Un edificio ruinoso debe de ser derribado. Es un peligro público, para quienes viven en su interior y para los paseantes. Se trata de una construcción insegura, y condenada, insalvable. No merece ser conservada, restaurada. Es un edificio que agoniza. Le quedan días u horas. Pronto colapsará. Se tiene que abandonar (a su suerte) lo antes posible. En cualquier momento se puede venir abajo. Da, por otra parte, una mala imagen. Evoca el descuido y el desinterés de los propietarios, los ocupantes y los poderes públicos. Un edificio ruinoso es una mancha en el "paisaje" urbano". Es también una oportunidad. Pronto, será sustituido por una nueva construcción.

Una ruina, en cambio, es un ente completo. Su estado no revela deficiencias. El edificio se muestra tal como es o quiere ser. Contrariamente al anterior, la ruina es resistente, y afirma y defiende su condición. No le falta nada. Cualquier añadido aparece como un atentado contra su condición. Pronto el Partenón, permanentemente en obras y en proceso de restauración, de compleción, incluso.
Dejará de ser una ruina (admirada) para convertirse en un remedo vulgar, una imitación hiriente, demasiado nueva, de un templo antiguo. 
Una ruina evoca la fugacidad de la vida; también la capacidad de aguantar los envites del tiempo. Una ruina es un edificio, quizá sin interés, convertido en un testigo de tiempos pasados, quizá mejores, un signo de la capacidad constructiva de sociedades del pasado. Un edificio en ruinas espanta. Una ruina admira. Se viene a ver tal como es. La ruina parece inmune al tiempo. Ya no decae, ya no se arruina. Es un testigo del pasado insertado en el presente que pone en evidencia la caducidad de las obras del presente. De algún modo, una ruina es inmortal.
Por tanto, una ruina debe ser conservada tal como se muestra. No se puede tocar, estudiar. Se tiene que preservar. Una ruina es un milagro, un viático hacia el pasado (soñado o recreado, desde luego "idealizado").

Una ruina no es motivo de estudio.
No puede interesar al arqueólogo. Un resto arqueológico, en cambio, es un material de estudio, casi de laboratorio. Un resto arqueológico es objeto de experimentos para estudiar su formación, su "composición", y métodos de conservación o restauración. Un resto arqueológico cambia constantemente. Se le trocea o se le levanta. Se estudia cómo el paso del tiempo le afecta. Se le coloca, al revés que una ruina, aislada, intemporal, en conexión con la historia, con otros restos; restos que recubren restos y que, una vez documentados, quizá deban ser desmontadas para estudiar las sucesivas capas que componen un yacimiento arqueológico. En sí, como un ente inmemorial, un resto arqueológico no es nada, ni tiene interés. Se puede llegar a "musealizar", convirtiéndose entonces en una ruina, objeto de atención estética, pero ya no "científica". Un resto arqueológico se toca, se manipula, se trocea, se desmenuza, se levanta, pero nunca se admira desde lejos. No da qué pensar sobre el paso del tiempo, sino sobre modos constructivos y modos de vida. Sobre cómo este resto teje relaciones con otros, y con los fragmentos cerámicos, con las piezas, enteras o rotas, que lo rodean o que encierra, y que permiten datarlo, estudiarlo, entenderlo, siempre en relación con la vida que acogió y que le dio origen. Un resto nunca escapa a la historia.
Es quizá por estos motivos por los que las miradas del arquitecto y del arqueólogo no suelen coincidir, aunque puedan completarse. Lo que tienen delante es una misma realidad. Miradas (escrutadoras, que penetran en el interior del resto, frente a la mirada que se detiene en la superficie y extrae el sentido de la obra de cómo se percibe, de cómo se muestra) y fines son distintos. La ruina emerge cuando el arqueólogo ha desaparecido. 

ICAC, Tarragona.