El miedo a una posibilidad
miércoles, 25 de junio de 2025
Rubén Darío. La cárcel del alcohol
La cárcel no siempre es literal. La vida también es metáfora. Lo que nos sucede a la vez vela y revela secretos profundos, oceánicos. Hemos inventado multitud de maneras de apresarnos. Encerrarnos para no ser, escondernos de lo real, abismados por lo que no podemos digerir.
La cárcel del genio Rubén Darío fue el alcohol. Abandonado por sus padres que precipitaron un matrimonio sin futuro alguno, el pequeño se perdió un buen día y alguien lo encontró más tarde refugiado en las ubres de una vaca. No había recibido el calor de la teta de su madre.
El genio se reveló precoz, y también un alma en extremo sensible y una débil voluntad que lo puso a merced de todo aquél que decidió engatusarlo dándole un par de tragos de alcohol. Rubén decía: tengo sed. Y se perdía para él toda noción del tiempo, el espacio o el deber.
La borrachera acompaña algunos de los hitos de la vida del poeta: cuando Rafaela, su primera mujer, fallece, se bebe las lágrimas junto con el vino; alguien lo emborracha poco después para que case con Rosario Murillo; cuando no puede con la pena de existir, se marcha a las tabernas; al final de su vida, ya enfermo de tantos excesos, un tal Bermúdez decide llevárselo de gira (que será peregrinación a la tumba) a América, y por si el poeta se echa atrás en el último momento, le administra licor en abundancia y se asegura así de que embarquen. Su mujer entonces, Francisca Sánchez, llora y sabe que la partida es un error. Meses después se entera por los periódicos de que el gran genio ha muerto.
Es posible buscar en las páginas de sus prosas y poemas y en las biografías de sus estudiosos los motivos íntimos de la adicción. Darío solía decir que sólo era un enfermo, que los amigos lo llevaban por el mal camino, que no tenía la culpa de que Dios le hubiera dado un alma débil y un cuerpo al que atacaban sin piedad todos los pecados capitales. La ebriedad le permitía a instantes olvidar la continua tortura de ser hombre. Su sensibilidad, como su genialidad, era extrema. Los pequeños golpes de la vida le abrasaban por completo el corazón. Las historias de miedo prolongaban sus insomnios durante días; las enfermedades de sus seres queridos lo sumergían en la depresión. A veces el vino lograba sacarlo un instante de esa timidez feroz que lo mantenía en silencio cuando todos esperaban su discurso. Tenía el don de la poesía, pero era incapaz de hablar en público.
En «El humo de la pipa» relató las visiones que le regalaba una experiencia narcótica. En la más elaborada, Darío caminaba por un mundo en el que todos los seres testimoniaban ser amados (y lo repetían, soy amado, decía el árbol, soy amado, clamaba el pájaro, somos amadas, gritaban las piedras), salvo él. ¿Donde estaría su hogar?
Tengo sed, decía el poeta, cuando la noche se ponía al lado de alguno de sus amigos. Y luego alzaba la vista, miraba al horizonte con sus ojos cándidos y profundos, como a la escucha (porque él, como todos los grandes, sobre todo escuchaba), y era posible comprender que su sed, calmada como sucedáneo por el alcohol, era en realidad sed de sentido y de infinito. Sed de Amor. Amor en mayúsculas y Sed en mayúsculas, porque era un genio. A la vez que un niño perdido.
Vargas Vila, que fue su amigo, dijo de él: «Nunca un alma más pura se albergó en un cuerpo más pecador, sin mancillarse; era como un rayo de estrella reflejado en el fondo de un pantano».
lunes, 23 de junio de 2025
Llorar
Nos incomodaba mostrar nuestro dolor, pero, al mismo tiempo, atrapados como estamos en la permanente puesta en escena de nuestras vidas, queremos que se vea.
ESTROFAS DEL ÉTER
Ahora he de caer de la gran esfera
Al tiempo que en París celebran una gran fiesta
La gente se reúne en Gare de l´Est
Y ondean banderas de seda.
Yo no formo parte de ellas.
Yo vuelo por el gran espacio.
Yo participo de cada sueño
Y leo en los miles de semblantes.
Un hombre enfermo yace en su lamento.
Me hipnotiza su última mirada.
Añoramos un día de domingo ya pasado…
Una negra cruz satura el aposento…
(Este poema es para Hardy) (2)
1.Poemas publicados en el primer poemario de Emmy Hennings, que finalmente se tituló Die letzte Freude (Kurt Wolff Verla, Leipzig, 1913).
2. Hardy era uno de los seudónimos del escritor, periodista, letrista y poeta alemán, Ferdinand Kardekopf (1876-1954), amante de Emmy Hennings. (N. del T.)
ÉTER (1)
La lluvia golpea los cristales
Una flor brilla carmesí.
Aire frío me sopla de frente.
¿Sigo despierta o la muerte anida en mí?
Un mundo se otea lejano, muy lejano,
Un reloj marca lentamente las cuatro.
Y yo ajena a cualquier tiempo,
Caigo en tus brazos…
(Dedicado a Robert Jentzsch)
1.Aunque sin título en la edición de La última alegría, este poema fue publicado por primera vez en la revista PAN (Año III, nro 2. 10 de octubre 1912), con el título “Éter”, bajo el marbete general “Estrofa del éter”. En dicha revista se reprodujo la nota con la que los envió la propia Emmy Hennings: “Muy estimado Sr. Kerr (Alfred Kerr, director de la revista). Soy cantante en el teatro Apolo, en Katowitz, aunque cada mes actúo en una ciudad distinta, y también estuve en Berlín en el Olympia Varieté, y en enero estaré en el Cabaret Linden. En gran estima, Emmy Hennings, Katowitz, teatro Apolo”. (N. del T.)
OTRO POEMA DEL ÉTER (1)
Y en la noche, en la profunda oscuridad,
Caen imágenes de las paredes,
Largas manos intentan aferrarme,
Y alguien ríe con insolente maldad.
Y una mujer de pelo verde,
Me contempla entristecida
Y dice que una vez fue madre,
Su pena no puede soportar.
(Oprimo espinas en mi corazón
Y en silencio aguanto,
Y quiero sentir todo dolor,
Pues alguien lo pretende de mí.)
1.También sin título en la edición de La última alegría, fue publicado por primera vez en la revista PAN (Año III, nro 2. 10 de octubre 1912), con el título “Otro poema del éter”, e igualmente bajo el marbete general “Estrofas del éter”. (N. del T.)
A FRANZI (1)
Camino solitaria por los callejones,
Y la noche se desploma.
Suavemente canto tus canciones.
Me siento tan abandonada.
En la mortecina luz roja,
oh, qué dolorosa tu boca,
dulce y pálido tu rostro,
Y tu canción que sonaba tan cálida.
Ojos acostumbrados a las lágrimas,
que experimentan la pena del amor,
cual dos apagadas estrellas,
en las que suaves fuegos ardían…
1.Por entonces, amiga íntima de Emmy Hennings. (N. del T.)
UN SUEÑO
Yacemos en un profundo mar
Y nada sabemos del dolor y el mal.
Nos mantenemos abrazados
Y rodeados por nenúfares.
No anhelamos ni ansiamos ni queremos nada ya.
Ningún deseo tenemos.
Amado, de algo sí carezco,
un deseo aún padezco:
la añoranza de añoranza.
HIPNOSIS
En algún lugar de alguna tierra lejana,
mi cuerpo se duele.
Hace tiempo que ya no lo siento,
Los pies son pesados como el plomo,
El pecho está hueco y calcinado.
Nada me duele pero me oprimen los dolores,
Miro tus ojos, como extasiada.
Me vence el sueño, flamean las velas,
Alumbrándome hacia tierra inexplorada.
(Para Siurlai) (1)
1.Otro seudónimo de Ferdinand Kardekopf. (N. del T.)
EN CASA
Envela durante toda la noche
-Llameaba una luz en vidrio verde-
Vigilaba mi abuela desde una ventana enrejada,
Y aprecié su rostro marchito.
Los muebles en la estancia,
En ellos descansa todo nuestro dolor.
Y cuando alguien muere, en ese momento,
El reloj se detiene con enfermizo quejido.
EN EL HOSPITAL
Todos los otoños ante mí.
Enferma yazco en la blanca habitación,
Aunque preferiría danzar.
Siempre pienso en los violines.
Y centellean miles de luces.
¡Oh, qué bella me encuentro hoy!
Rostros maquillados de color
Deslizándose veloz con la danza.
Oh, las muchas rosas marchitas
Que traigo en la noche a casa,
Estrujadas por tanta caricia
Permanecían sobre la mesa en la mañana.
Vuelvo a pensar en las muchachas,
Que como yo ejercen el amor.
Cuando cantamos canciones populares,
Entre sollozos, entre risas.
Y ahora yazco abandonada
en la silenciosa habitación blanca.
¡Oh, vosotras hermanas de las calles,
Visitadme en el sueño de la noche!
TRAS EL CABARET
Vuelvo a casa de mañana.
El reloj marca las cinco, ya amanece,
Pero la luz aún ilumina el hotel.
Por fin acabó el cabaret.
En una esquina mastican unos niños,
Caminan los campesinos hacia el mercado,
A la iglesia van los viejos en silencio.
Las campanas dela torre repican severas,
Y una ramera de rizos salvajes
Deambula vencida por la noche y el frío.
***
Dos veces he sido ya engendrada,
Y entonces también cantaba por dinero,
Aunque el mundo me resultaba soleado,
Y ahora he perdido mi alegría.
En algún lugar lejano el tiempo se diluye,
Lo siento escapar de mis brazos.
Pienso en mis comienzos.
¡Qué profunda me golpea la eternidad!
***
Solitaria vago por las noches y pienso en ti.
A veces veo un abrigo igual al tuyo.
Y entonces te llamo silenciosamente por tu nombre.
Mi corazón callado de tristeza.
Cansada me apoyo en el muro y cierro los ojos,
Despacio fluyen las lágrimas a la tierra.
El mudo queda muy atrás.
Floto entre blancas nubes hacia abiertos brazos.
Una lluvia de rosas me empapa y alivia
mis enfermos ojos.
Todo es tan blanco y suave.
Tan dulce.
(Dedicado a Ferdinand Hardekopf)
Traducción de FERNANDO GONZÁLEZ VIÑAS
Pensamientos
Estos días y semanas
que no se encuentran en ningún calendario,
estas horas y minutos desconocidos para el reloj,
cuando todos esos barcos oxidados del pasado, hace mucho
que se fueron al fondo de la vida, custodiando los sueños hundidos
echando sus penas para hinchar este dolor con la memoria.
El terror nos rodea a los dos, mi alma. Nada más vendrá.
No puedo describir los horrores y, lo que es peor, no puedo huir.
Una pared es todo.
Estoy cortado por cuchillos que no veo, me pican las abejas,
puedo sangrar en silencio, mis dolores están entumecidos de admiración.
¿Dónde los guardas a todos, alma mía? ¿Cuánto puedes soportar?
¿Qué pregunta se está haciendo? ¿Podrán los humanos saber?
Dientes locos están en forma de hombre y mastican mi amor en pedazos,
Y no puedo hacer nada, alma mía, sino esperar su corte de garra,
pidiendo solo que mi carne aguante
y mi angustiado pensamiento consolado en la sorpresa,
y mi amor sobrevive a estos brutales enigmas,
que te complazco, alma mía . . . si solo tu…
Como siempre
cae en el cuello de siempre
en el lugar de siempre
a la hora de siempre
como siempre.
Quiero hacer una pregunta aterradora
Quiero hacer una pregunta aterradora,
“¿Qué hora va a ser?”
Que el domingo nunca llegó,
mintió, hablando en lenguas,
calurosa caminata por Nueva York, en eneros llenos de humo,
mi espalda está quemada por la luna,
y me duele el brazo
los blues vienen cabalgando,
ecos introspectivos de un viaje,
la verdad es una guitarra en llamas,
te bajas en la calle 59 para siempre.
domingo, 22 de junio de 2025
Disney porno
Fue el ratón Mickey y el porno en la internet
Lo que te arruinó la mente y ahora no podés coger
Sin imitar
Ni disfrutás tu piel
O quizás fue el pesticida en el vegetal de ayer
O tal vez fueron tus padres
La verdad, no importa qué
Pero estás bien cagado
¿Pero quién no? ¿Pero quién no?
Si alguien dice estar cuerdo es el más loco del salón
¿Sí o no? ¿Sí o no?
Es el precio que pagamos tras haber matado a Dios
Y si te sirve la ciencia, la política o la fe
O quizás la astrología, el amor o la TV
No importa en qué, si no crees, te reventás
De Tin Marín, de Do Pingüe
Cúcara Mácara, títere, fue
Yo no fui, fue Teté
La culpa no existe, me la inventé
Me fui, me fui, no me busqués
A dónde, no importa, ya me olvidé
Y te perdí y tengo sed
Yo mismo hice el pozo y después me enterré
De Tin Marín, de Do Pingüe
Cúcara Mácara, títere, fue
Yo no fui, fue Teté
La culpa no existe, me la inventé
Me fui, me fui, no me busqués
A dónde, no importa, ya me olvidé
Y te perdí y tengo sed
Yo mismo hice el pozo y después me enterré
¿Pero quién no? ¿Pero quién no?
Si alguien dice estar cuerdo es el más loco del salón
¿Sí o no? ¿Sí o no?
Es el precio que pagamos tras haber mat—
(Bueno, ya entendimos)
(¿Nani?)
Ichi, ni, san, yon
Arigato
Ichi, ni, san, yon
Arigato
Ichi, ni, san, yon
Arigato
Ichi, ni, san, yon
Arigato
Alan Sutton y las criaturitas de la ansiedad
Sin mensajes
«Revisé mi teléfono: no tenía mensajes. Para eso están los teléfonos móviles, para darte cuenta de que nadie piensa en ti. Antes, siempre podías soñar que alguien intentaba contactarte, hablarte, amarte. Ahora vivimos con este objeto que materializa nuestra soledad.»
David Foenkinos, «La tête de l’emploi»
Tiempo libre
Nadie bebe cuando tiene tiempo libre, ni escribe en sus ratos de ocio. Uno organiza su vida para tener tiempo de escribir y momento para beber. Escribir y beber son parte de lo misma cosa, la huida hacia delante.
lunes, 16 de junio de 2025
La indiferencia
«Cuando ya no te quieran, lo sabrás, aunque no te lo digan. Lo sentirás desde lo más profundo del alma, porque la indiferencia jamás pasa desapercibida».