La conocí en algo que en jerga policial se llama procedimiento. Pero no fue un procedimiento cualquiera. Fue exactamente como en un poema de Ernesto Cardenal. Vi por la Tv en directo, en mi sillón favorito, el inicio de la operación. Vi cómo salían los carros de la PFI (Policía Federal Investigativa), las sirenas, las luces de los carros, los policías sacando sus armas por las ventanillas. Hasta que llegaron a mi casa. Todo en vivo y en directo. En mi sillón favorito. Entraron derribando la puerta, dando patadas. Estaba rodeado. El grupo era encabezado por una fiscal. Una mujer sin importancia, frágil y enérgica. Lo de frágil es un decir. Una mujer con pistola nunca es frágil. Sin pistola tampoco. Fue así como conocí a Janet. De la peor manera posible. Janet, la fiscal. Mi vecina, la Pilarica, fue con el cuento al departamento policial. Narcotraficante. Rompieron todo lo que tenían que romper. La Tv seguía filmando. Orden amplia de investigar. En verdad que estaba tranquilo, nada tenía que temer. Que ocultar. No encontrarían nada. Me despreocupé. Comencé a fijarme en Janet. Unas piernas que llegaban hasta el cielo, una boca estilo Linda Lovelace, un culo de los mil demonios desatados. Daba órdenes precisas: en la nevera, segundo piso, galpón, abrir todas las latas de café, el patio, entretecho, cada libro, la huerta, bajo la casa, arriba de la casa, bajo el colchón de la abuela. No encontrarían nada. No encontraron nada, absolutamente nada. Alertado por Néstor, un amigo policía corrupto, trasladé todo el alijo que tenía a la casa de Fabián. La Tv dejó de filmar. La policía dejó de trajinar. La fiscal dejó de dar órdenes. Veo que repara en unos poemas que había escrito durante mi estancia en Barcelona, tal vez buscando quizá qué pista. Fue lo que pensé. Luego se fueron, se excusaron, se fueron. Dijeron que ellos pagarían el estropicio. Al día siguiente me llama la fiscal. Quería hablar sobre mis poemas. No hay problemas. Cuando quieras, la tuteé. Qué te parece mañana, no hay problemas, le dije, desde hace un tiempo a esta parte, tengo esa muletilla, no hay problemas, debo tener más de alguno, supongo. Qué tomas le pregunto. Lo que tomes tú, dice Janet. ¿Te gusta Sex Pistols? Dale. Quiero presentarme dice: me llamo Janet, tengo 27 años, Libra, romántica y liberal. De repente pienso que la fiscal es una mujer, eso me calentó. Me puso a cien. Me dijo que le encantaba la poesía, que su padre era poeta, que era un poeta muy reconocido en Rancagua. Me dio el nombre del padre, la verdad que no lo conocía. No lo conocía para nada. Pasa que en Chile, pateas una piedra y 100 poetas pegan un alarido. Me dice que le había sorprendido, que mi poesía la había sorprendido. Que ni se imaginaba que un tipo como yo, escribiese tan bien. Hice un gesto de humildad. El mismo típico gesto, que hace todo buen o mal poeta pagado de sí mismo. Dijo que yo era un poeta de ley. Era su forma de decir, de ley. Al tercer trago le mordí la nuca, al cuarto le bajé las bragas, al quinto pegó un grito. Ya con Sex Pistols sonando, nos fumamos un porro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario