En «De civitate Dei», Agustín de Hipona se preguntaba qué distingue al Estado de «una banda de ladrones a gran escala» si no es un sentido de la justicia y del Derecho.
«el hombre que dice la verdad pone su vida en peligro»
Hannah Arendt
la denominada «verdad factual», que incide directamente en la política al relacionarse con la opinión (o con lo que la posmodernidad llama «relatos» o «narrativas»). «Los hechos y las opiniones -subraya Arendt-, aunque deben mantenerse separados, no son antagónicos; pertenecen al mismo campo. Los hechos dan forma a las opiniones, y las opiniones, inspiradas por pasiones e intereses diversos, pueden divergir ampliamente y aún así ser legítimas mientras respeten la verdad factual. La libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos mismos». Estas palabras, con su apostilla final, son de una permanente actualidad. Y, al leerlas, se intuye perfectamente el vínculo concreto que enlaza la crisis política de nuestros días -el auge populista o el nihilismo moral- con una quiebra intelectual consistente en la pérdida de prestigio y de credibilidad que afecta a los medios de comunicación. El correcto funcionamiento de la democracia exige proteger la verdad de los hechos frente a la fuerza persuasiva de la falsedad y la intoxicación.
Las variantes modernas de la mentira, por supuesto, son múltiples, pero Arendt se centra especialmente en dos: las que surgen como consecuencia del trabajo de los profesionales de la relaciones públicas -y que, en el fondo, responden a una concepción meramente publicitaria de la democracia-; y, por otro lado, las que construyen a diario los llamados «expertos», que Arendt citando a Neil Sheehan- tildará de «profesionales de la resolución de problemas». Es a estos profesores universitarios, altos funcionarios, analistas de «think tanks»- a los que la filósofa alemana acusa de caer en una especie de arrogancia fatal que los conduce a confundir la verdad con sus intereses ideológicos y la realidad con el amor por la abstracción. Y asimismo les recrimina otra presunción aún peor: la de querer amoldar el mundo a la teoría, lo posible a lo utópico, los hechos a las creencias. Al final, como un correlato lógico, el poder pretende apropiarse de la conciencia de los hombres: no sólo de nuestro presente o del futuro, sino también del pasado, que debe reescribirse continuamente.
De modo que la única garantía que tiene una democracia para perdurar pasa por reconocer su vinculación necesaria con la verdad y con la libertad. Lo contrario convierte a los Estados y a los gobiernos en poco más que una banda de malhechores.
«Verdad y mentira en la política». Hannah Arendt
Trad: Roberto Ramos. Página Indómita, 2017. 160 páginas.
Reseña de DANIEL CAPÓ en ABC cultural 2017
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