sábado, 16 de enero de 2010

SUPRESIÓN DEL DOLOR 5


IV. SALON VIZCAYA


Entre los momentos en los cuales Ayesha era mi droga perfecta y… se convirtió en la mujer imperfecta, una vez pasamos al Vizcaya, era ya tarde, las 12 am y por supuesto estaba cerrado, me quedé contemplando la marquesina apagada, no se de que nos entró la nostalgia, que nos sentamos fuera, solo con un par de Heineken de lata. Después, caminamos a Garibaldi, se consiguió su droga y amanecimos en no se que hotel por mesones. El par de veces que Aye y yo pasamos al Vizcaya no estaba abierto, muchas veces añoré beber con ella aquí, en vez de aquella fonda llena de oficinistas. Quizá Don Augusto no lo sepa y se ha encontrado con Ayesha dopada y tambaleándose por todo el lugar, después de tantos años sin verla tengo flashbacks nebulosos sobre ella. Debería estar aquí, entre todos, con su mirada triste, bebiendo y metiéndose benzodiacepinas y antidepresivos; me gustaría encontrarla por última vez en esta barra, así como a Luis Martignon, muy delgado, acabado, sin dinero pero sin perder ese espíritu de “Leaving las vegas” que alguna vez comentamos con Camaleón, ajuscoman y Gerardo de fuga. Meses después de encontrarme a Martignon en el Salón Vizcaya, supe que murió, dicen que lo atropellaron, que se suicidó… que sigue vivo; incluso, una mujer en London me contactó, no aceptaba su muerte, parece conocerlo bien, me decía que venía ya seguido al Vizcaya, que tenía un hijo, que sabía que el alcohol y la diabetes lo habían terminado.



Yo odio esta ciudad, pero no este espacio, es reconfortante, aún cuando en la soledad solo me beba un par de jarras, además, me he dado cuenta que hay un punto en el que se termina el “dolor emotivo”, quizá por indiferencia, quizá por resignación… de cualquier manera, agradezco, no tener más uno de esos dolores…

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