lunes, 4 de septiembre de 2023

La mirada prohibida en la habitación


Mirar a cámara es un tabú absoluto en el cine. Si miras a cámara te cargas la película. El cine se basa en esa indiferencia de los actores respecto a los espectadores, donde simulan la realidad haciendo como que nadie les mira, y ese acuerdo convierte el cine y el teatro en una experiencia donde abandonar la conciencia en favor de la narración.  

Al leer pasa algo parecido, pero es una experiencia solitaria, nada espectacular como lo es el teatro y sobre todo el cine. 

Sin embargo mirar dentro de la habitación (el dormitorio) es imprescindible en la pornografía. El porno busca la mirada cómplice del espectador, y su implicación activa sobre las imágenes visionadas. El porno rompe la regla y reclama la acción del que mira. Es una llamada a la acción. Si miras porno, tendrás que actuar, tener una respuesta física respecto a las imágenes.

El porno no es evasivo. El porno reclama una respuesta física. El porno siempre busca la convulsión del cuerpo. Es un cine basado en lo físico y no lo espiritual. La mirada cómplice de los actores hacia el espectador busca siempre una respuesta.

Quien viola estas dos leyes inteligentemente marca la diferencia. ¿Por qué? ¿Y qué mecanismo desestabilizador se esconde en esta perversión?

Hablamos de lo doméstico y de lo público y de como nos exponemos o no, respecto a las imágenes a las que estamos expuestos.

A menudo tenemos la sensación de ser observados, percibimos la mirada de los demás y de repente nos volvemos y nos encontramos con una mirada que nos hace sentirnos extraños. De alguna manera uno siempre es visto incluso antes de ser visto. Pero eso no tiene por qué pasar en el cine, no se puede divulgar.

El cine pornográfico es una mirada al dormitorio, en un sentido metafórico. Una mirada a la intimidad. Incluso en esta situación uno no debe ser atrapado. El porno amateur es de alguna manera la vertiente documental del porno, y cuando la mirada del que filma cae en la cámara, se desencadena inequívocamente el cortocircuito de la mirada, como siempre ha ocurrido en la historia del cine. El efecto se vuelve más cómico, porque no se busca, es un error, pero se sigue sintiendo el roce que genera el encuentro entre dos pupilas en un mismo eje. Agrega el desvelamiento que quisimos ignorar "¡ah, para que supieran que estaban siendo filmados!". Apuntar una lente a una persona es como apuntar con un arma, de alguna manera cambia el comportamiento de la persona frente a nosotros.

"Puedo sentirme observado por alguien cuyos ojos ni siquiera veo, ni siquiera su apariencia. Basta con que algo signifique para mí que alguien puede estar allí. Esta ventana, si se oscurece un poco, y si hay son razones para pensar que hay alguien detrás ya es un vistazo.” J. Lacan, Seminario. Libro I. Los escritos técnicos de Freud. 1953-1954 , Einaudi, Turín, 1978, p.266

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