Cada generación forja sus proyectos e ideales aunque probablemente serán reemplazados por las generaciones venideras. No hay garantía de que los hombres venideros, a favor de quienes sus padres hicieron tantos sacrificios, no resulten ingratos y se mofen de los gestos que a sus antepasados les parecieron tan nobles y heroicos. Es obvio que nuestros antepasados fueron, en algún tiempo, contemporáneos. Los griegos o los romanos antiguos no sospecharon que vivían en la Antigüedad, y la gente del Medievo no consideró que su tiempo era medieval. Sin embargo, la contemporaneidad del presente (la contemporaneidad viva) se distingue de la que ha existido en el pasado por una sola cualidad: tiene futuro; sólo el hombre contemporáneo, mientras vive, tiene futuro. Nuestros antepasados, que ya murieron, no tienen futuro; su futuro se quedó, de una vez y para siempre, en el pasado.
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