Sin destino ni ambición se camina mejor.
Camino errante y distraído, sin hacer caso del tiempo que pasa mientras se camina. Mejor en silencio, mejor sin hablar, sin silbar, sin cantar, sin música en los oídos y mejor sin importar. Mejor solo. Mejor a solas.
Mejor si no conoces el lugar, ni el camino, ni donde vas, ni para qué.
El calor del cuerpo es lo que importa. La respiración. El corazón. El sudor.
Importa el momento. Los pasos. Importa el cuerpo en movimiento.
Muchas veces pienso en cuando sea viejo, y no pueda caminar, y acelero el paso intentando dejar atrás una posibilidad de futuro que ni conozco.
Lo que importan son las imágenes que se suceden sin palabras que las nombren. El paisaje que cambia a cada paso. Divagar. Apartarse del camino marcado y dejar que los pasos fluyan igual que los pensamientos. Sin objetivo ninguno y libre del todo, mientras se camina.
Caminar es huir de todo, de todos y empezar de nuevo de una y mil maneras. Caminar es comunicarse con el propio cuerpo y emprenderse de nuevo a cada paso.
Digo Vagar y luego digo: He caminado un millón de pasos y todo el tiempo he estado pensado en cosas importantes. He pensado en ti, todo el tiempo he pensado en ti. Tu eres importante. Muchas veces lo más importante.
Luego me he acostado a tu lado y he dormido feliz y agotado después de haber caminado ese millón de pasos.
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