Nada sucede dos veces. Aunque a veces parece que todo se repite una y otra vez, cada día que pasa. Pero no es así, somos nosotros los que buscamos la repetición, la rutina y el momento pausado. El mundo no es así y la naturaleza tampoco. El tiempo solo le importa al humano.
Estamos empeñados en detener el tiempo. Inventamos los relojes y luego inventamos las horas y los minutos y los segundos y ahora ya ni nos sirven los segundos y estamos intentando atrapar la más mínima parte a la que podamos descomponer un segundo. Porque en la infinitesimal parte de un segundo se encuentra nuestra vida, y más que la vida, se encuentra nuestro valor.
El tiempo es una forma de control: Ciclos de facturación, horas trabajadas, tiempos de desplazamiento, horas extra, hipotecas y venta a plazos, descansos minutados y muchas más medidas de tiempo orientadas al uso productivo de la vida de un trabajador. La administración del tiempo se traduce en dinero
Pensar en el tiempo te hace entrar en la paranoia de lo productivo. "El tiempo es dinero" dicen, y despojan al cuerpo de cualquier valor fuera de una producción útil constante, traducida en beneficio económico, intereses y vencimiento de cuotas.
Así, de esta manera, cada vez que miras el reloj, dejas de mirar tu momento o tu cuerpo y dejas de mirarte, a ti mismo, para mirar el dinero que debes o que produces o que te deben o que estás ganado o perdiendo. El mismo dinero que necesitas para tener un poco más de tiempo, mientras te haces mayor, envejeces y finalmente te mueres, con o sin dinero, porque al final el tiempo es el mismo.
El tiempo siempre se acaba.
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