Puedo imitar perfectamente el ruido que hace un edificio cuando se desmorona. Escucho el gemido de las tablas cuando salta el suelo. Siento el polvo del yeso en mi nariz, y en mi garganta, y en mi frente, mientras se derriban los muros de la cocina. El polvo sobre mi espalda de un techo cayendo y el agua saliendo disparado en todas direcciones de las tuberías reventadas.
Pienso que mi vida ha sido bombardeada hasta no dejar nada posible que reconstruir.
Casi no recuerdo como hemos llegado aquí. Una mañana la miro y no la reconozco mientras huelo el café. De alguna manera, durante el desayuno, su rostro se ha convertido en un recordatorio de las cosas que ya no tengo. Sin embargo seguimos estando de acuerdo en multitud de cosas, como el color de las nuevas cortinas, la compra de esta tarde, los planes para el fin de semana, y otras muchas.
Con tiempo, todos los caminos conducen a la soledad.
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