Las gemelas estaban todavía donde las dejé, bebiendo el whisky a la derecha del sofá. Por la forma en que me miraban, cuando regresé de la habitación, me di cuenta que andaban nerviosas por mi culpa. Yo estaba en un conflicto interno. Ellas esperaban materializar el dinero que me habían prestado para llamar a FRESCO, mi amigo el camello, y acabar con la ansiedad. Porque era ansiedad, se palpaba según avanzaba la noche y ahora eran las cuatro de la mañana. Y solo faltaba la visita de FRESCO, pagarle y yo podría hacer un trío con ellas dos. Pero no antes. Primero, el jodido FRESCO tenía que hacer el favor de aparecer por el apartamento. Eran muy hermosas, y yo me sentía culpable. Pura sabiduría ZEN haciendo eco en mi cabeza: "Nunca dejes pasar coño libre". Pero el telefonillo no sonaba y yo no podía abrir la puerta al paraíso. Así que llamo de nuevo desde la cocina y las sonrío manteniendo el gesto a través del reflejo de la ventana. Ellas lo saben. Estas perras saben lo jodidamente feo que se esta poniendo esto. Querían mi magia para que pudieran encontrarse a sí mismas más tarde, cuando nos drogásemos y follásemos hasta el amanecer y luego siguiésemos drogándonos de día, y abrazados pudiésemos dormir en una comunión rosada .
Le mando una foto de las gemelas a FRESCO y le escribo diciéndole que si tarda menos de 10 minutos en aparecer en mi apartamento con los 120 euros de cocaína, puede elegir a la gemela que quiera follarse a los cinco minutos de saludarme.
No tarda ni un minuto en sonar mi teléfono. Descuelgo y digo:
-¿Hola?
- Yo digo sí.- Dice FRESCO.
- OK, tienes 10 minutos.- Digo Yo
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