viernes, 17 de septiembre de 2010

PAUSAS Y MÉTODOS DE DESAPARICIÓN EN EL "ARREBATO" DE IVÁN ZULUETA (2)

LA PAUSA


"La pausa es el talón de Aquiles, el punto de fuga, nuestra única oportunidad".

Pedro (Will more)

José Sirgado, director de cine de treinta y pocos años, vuelve a casa después de terminar el montaje de su segunda película y se siente profundamente insatisfecho. Su relación con el cine no tiene nada que ver con lo que él había imaginado. La heroína ha dejado una huella más profunda de lo previsto. Añadido a su ruptura con Ana (Cecilia Roth), protagonista de su primera película, ocurrida inmediatamente antes del rodaje que acaba de finalizar. Al volver a casa, ambas, Ana y heroína, le aguardan como si nada hubiera ocurrido. José, francamente alterado, no tarda en caer en la tentación. Un misterioso paquete de correos parece acudir en su ayuda. Lo envía Pedro, un adultoinfante al que José apenas prestó atención en su día, pero que ahora resurge como la única respuesta posible al angustioso SOS de José. La extraña trayectoria vital de Pedro, reflejada en la película de súper 8mm y la grabación de audio que integra el paquete, junto con un a llave, arrastrarán a José a un punto límite. Ana, el sexo, el cine, las drogas, quedarán atrás en este arriesgado salto al vacío, para el que José tal vez no esté debidamente preparado.

“Esta misma mañana te enviaré las películas reconstruidas y esta grabación. Si ocurre lo que imagino nadie te mandará la última película, tendrás que venir tú a por ella.”
Pedro (Will more).


El personaje interpretado por Eusebio Poncela comienza a recordar. Paralelo al recuerdo, se van sucediendo las cosas, con la voz de la cinta, con heroína por las venas, con sus desencuentros con Ana y con su propia visión del cine de autor, entremezclada con la influencia de un singular ser obsesionado con el tiempo cinematográfico y la imagen en diferido: Pedro.
 
José Sirgado conoce a Pedro P. (Will More) por mediación de Marta (Marta Fernández Muro), su amiga y prima de aquel. Pedro vive en una casa de campo a las afueras con ella y su tía; es un joven que vive aislado en un mundo infantil al que accede a través de su cámara de Súper-8 y de un montón de juguetes, albumes de cromos y comics, fetiches. Esto tiene el poder de “arrebatarle”, es una forma de auto-vampirización, el tiempo se detiene y se acelera bruscamente para él y para su entorno, teniendo el poder de entrar en una especie de trance místico quedándose horas absorto en un solo cromo de un álbum. A éste fenómeno lo llama “La Pausa”. Pedro es un Gurú capaz de arrebatar a los demás mediante estos objetos, pero parece que no consigue hacerlo con su cine. Sus películas carecen de la esencia de un elemento estético: el ritmo preciso, la pausa.

Pedro: “Que me expliques qué tengo que hacer para grabar el ritmo preciso ¿qué tengo que hacer con la pausa? La pausa es el talón de Aquiles. Es el punto de fuga. Nuestra única oportunidad”.




Poco después, Pedro define la pausa:


Pedro: “¿Cuál era tu colección de cromos preferida?”

José: “Las minas del Rey Salomón”.

Pedro: “Adoro dar con los objetos propios. Dime, ¿cuánto tiempo te podías pasar mirando esto…? Años, siglos, toda una mañana. Imposible saberlo. Estabas en plena fuga, éxtasis, colgado, en plena pausa. Arrebatado. Mira. Vaya, no estás mal. Pues de eso se trata, nada de recuerditos. Al contrario, tendrá que ser aquí y ahora”.


El aspecto físico de Pedro recuerda un vampiro, de apariencia débil y frágil, pálido y el pelo encrespado, experimenta continuos cambios de voz, y se viste con abrigo unas tallas más grandes que él a modo de capa. Se encuentra una gran similitud con el protagonista del relato “Berenice” de Edgar Allan Poe, un relato vampiresco en el que Egaeus, el protagonista, es un ser enfermo desde niño de una constitución extremadamente débil, pero inteligente y con un trastorno fuera de lo común: “una irritabilidad morbosa de la atención”: Egaeus se sume horas en la contemplación morbosa de los objetos del universo y de las cosas más comunes: “el objeto primario era invariablemente trivial, aunque asumiera a través del intermedio de mi visión perturbada, una importancia refleja, irreal”. En un momento del texto, el personaje dice: “Pocas deducciones, si es que aparecía alguna, surgían, y esas pocas retornaban tercamente al objeto inicial como a su centro. Las meditaciones nunca eran placenteras”.

También, al principio del relato: “Las agonías que son se originan en los éxtasis que pudieron haber sido”; Recordándonos la tortura que experimenta Pedro P. hasta la llegada del Timer cuando visiona sus propias grabaciones.

Egaeus se siente en cierta manera arrebatado:

“Reflexionar largas horas, infatigable, con la atención clavada en alguna nota trivial, al margen de un libro o en su tipografía; pasar la mayor parte de un día de verano absorto en una sombra extraña que caía oblicuamente sobre el tapiz o sobre la puerta; perderme durante toda una noche en la observación de la tranquila llama de una lámpara o los rescoldos del fuego; soñar días enteros con el perfume de una flor; repetir monótonamente alguna palabra común hasta que el sonido, por obra de la frecuente repetición, dejaba de suscitar idea alguna en la mente; perder todo sentido de movimiento o de existencia física gracias a una absoluta y obstinada quietud, largo tiempo prolongada; tales eran algunas de las extravagancias más comunes y menos perniciosas provocadas por un estado de las facultades mentales, no único, por cierto, pero sí capaz de desafiar todo análisis o explicación.”

Esta ilusión de abstraer los objetos, de atrapar las imágenes fuera del tiempo y del espacio, es lo que propicia el arrebato. “Una imagen es justamente una abstracción del mundo en dos dimensiones, aquello que hurta una dimensión al mundo real y por lo mismo inaugura el poder de la ilusión. La virtualidad, por el contrario, nos hace entrar en la imagen, recreando la imagen realista en tres dimensiones (añadiendo también una suerte de cuarta dimensión a lo real para volverse hiperreal), destruye esta ilusión (el equivalente de esta operación en el tiempo es el "tiempo real", que cierra la espiral del tiempo sobre sí mismo en la instantaneidad, y que anula toda ilusión del pasado, así como del futuro).” Jean Baudrillard. Duelo

"La pausa" es la eternidad. Forma parte del arte y de los procesos de creación y contemplación, en Arrebato en la captación de las imágenes a traves del super 8mm. En definitiva es un tiempo en suspenso en el que el ser se encuentra ni vivo ni muerto, se encuentra arrebatado, en la literatura gótica sería un no muerto (un vampiro). El arrebato es ese instante mágico propio de la infancia en el que te quedas absorto con un objeto o una imagen y el tiempo parece detenerse. Todo conduce a la búsqueda de la esencia creativa: cuando uno crea desaparece y el mundo que está siendo invocado se materializa gracias a la pasión. Pues sólo de la pasión surge el arrebato, la inspiración. Para ello las drogas son un puente a este estado arrebatado, un viaje artificial hacia ese momento en el que el arte destroza el tiempo. La infancia como espacio donde vivir, el cine como fascinación, las drogas como medio, como camino. En la esencia de lo creativo reside el arrebato. Porque cuando se crea se desaparece. El arte es cosa de viajeros, no de turistas.


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