Era verano y hacía mucho calor, demasiado calor.
El alma sudada y un calor del infierno.
Casi me empotro contra un bolardo de esos que hay por todas partes y que son difíciles de evitar, intentando esquivar su adelantamiento.
Frené en seco y luego ella también paró unos metros mas adelante.
Después de ver que no me había empotrado y que estaba bien, se subió el vestido para mostrarme que con ese calor era mejor no llevar bragas.
Pensé que era Dios en motocicleta y levanté la mano para saludar.
Luego cada uno siguió su camino sin más.
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