Imagina que el violador sea un poeta. En ese caso, escribirá un montón de palabras para contar la sublime experiencia del abuso hacia una mujer o una niña o un niño. Porque el poeta no viola de la misma manera que un ex-presidiario o un bruto analfabeto de pueblo. No lo hace de la misma manera porque tiene capacidad para camuflar su abuso en un montón de palabras e imposturas.
No, el poeta no viola, el poeta abre caminos de nueva conciencia donde las niñas descubren el amor y el sexo de una forma sublime. Porque el que se lo está enseñando es un poeta. Y la niña o el niño se sienten agradecidos ante la elevación moral del momento en que se les abusa.
Lo peor de que esos abusos se conviertan en poemas es que te pueden dar un premio nobel o un Cervantes por relatarlo y que estos poetas-violadores compartan galas y mesas redondas en las que se ensalza la excelencia moral de todos estos actos de abuso.
Lo peor que le puede pasar a cualquiera de estos poetas es que les den un premio Nobel o un Oscar o un Grammy o cualquier otro premio, porque es gente que acumula premios y existen por y para ellos.
Lo peor que le puede pasar a este tipo de hijoputas es que les hagan unas obras completas, desde una editorial de prestigio, donde presuman de haber violado a estas niñas. Como a Neruda y su "Confeso que he vivido".
Lo que demuestra que lo que importa es el relato.
Puedes hacer la mayor barbaridad, pero si lo cuentas bien, igual te dan premios y aplausos.
Y tus pecados se convierten en arte
Neruda y su "Me gusta cuando callas porque estás como ausente", y el terror que genera ahora esta frase sabiendo de lo que hablaba.
O Sanchez Dragó y su consideración de "no tan niñas" a las niñas de esos otros paises de oriente.
O Gabriel Matzneff señalado por Vanessa Springora.
Todos ellos y muchos más, reputados poetas, cubiertos de halagos y premios, relatando sin problema como abusaban de niñas y niños y mujeres con la complicidad de la elite cultural de Occidente.
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