despedidas,
ponerse en la fila lentamente,
hacerse a la idea
de no esperar la tormenta o la epifanía
sino la piedra caída, sola,
sin ruido.
Días enteros entrarán en la sombra,
campos enteros agostados,
nombres y caras
se irán yendo de a poco.
Y vendrán otros quizás, o volverán,
cálidos, presentes,
reales o no,
a cerrar la casa
y retirar los libros.
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