Luego volveré a escribir. Eso dije. Y pasaron los días y un par de estaciones. Y el dique seco. Nada. No volví a escribir. A veces pienso que no volveré a escribir. No me angustia. No como antes. Pensaba que si no escribiese me moriría. Escribir era mi pasión y mi destino. Y ahora ya no. Puedo seguir viviendo en medio del tráfico. Con amigos y enemigos. Sin boletines de prensa. Casi sin contacto humano. Sin estar conectado. Sin enterarme de nada. Puedo seguir viviendo sin amor, sin odio, sin dios ni galletitas caramelizadas. Y así voy por este mundo. Teniendo cuidado de los semáforos, los gobernantes y la policía. Destruí todos los artículos que hablaban bien de mí. Me conozco. Me queda el retrato de mi primera novia, una foto de Rimbaud y una carta que le escribí a mi madre a los nueve años. Ya puedo morir. O no. Aquello no tiene mucha importancia. Seguro que nos volveremos a ver. Amado lector.
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