Si vendes un cuadro está bien.
La primera vez que vendí un cuadro me convertí en pintor profesional. Porque sabía que no bastaba con pintar, había que vender esos cuadros. Lo supe de inmediato: Un pintor que no vende su obra se agota enseguida. Un pintor que no vende su obra pinta según que cosas y ya está y se aburre y enseguida aburre a los demás. Esos cuadros que no se venden se amontonan en algún lugar y luego desaparecen, porque se pintan para que desaparezcan.
Inmediatamente supe que podría ser un pintor de esos, de los que su obra se almacena en algún rincón de la memoria sin que nadie sepa de ello, y salí corriendo a venderlo todo, sin parar, por lo que sea. Unas veces cobro muy bien mi trabajo y otras casi lo regalo, me da un poco lo mismo, el caso es seguir adelante y vivir de la pintura. Lo que importa es la media. Eso es lo más importante, si vives de la pintura eres pintor, da igual si tu pintura es buena o mala, si te alimenta es la mejor pintura que puedes hacer, yo lo llamo "pintura alimenticia". La pintura que paga la luz y las facturas es la mejor pintura.
Luego, siempre tienes tiempo de hacer esas otras cosas que a nadie le interesan y que son las mejores que puedes hacer, pero que solo entiendes tu. Pero tenlo claro, esas cosas solo las puedes hacer si consigues pagar un techo y comida.
Yo no paro de pintar, ni de dibujar, ni de todo lo demás. La mayoría de las cosas que hago no le importan a nadie y no se venden. Pero las otras cosas, pagan todo lo demás. Soy un pintor profesional porque vivo de ello. Y mis peores cuadros son los mejores.
Pinto un cuadro al día, no todos los días, pero sí pinto un cuadro por día. Esa es mi media. Luego los vendo, todos, no me quedo nada, todo se vende mejor o peor. Decidí conquistar el mundo, hacer que mis cuadros llegasen lo más lejos posible. Llenar las paredes de Europa con mis dibujos y luego Asia y luego el resto del mundo.
Me imagino un sinfín de paredes en un sinfín de casas donde cuelgan mis cuadros. Los peores que nunca imaginé. Y luego imagino todas esas otras cosas que descansan en un trastero entre Villaverde y Getafe y que descansarán por siempre jamás.
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