Mi taller ha mudado muchas veces y otras muchas otras veces ha sido itinerante o se ha montado y desmontado en días porque estaba de viaje. Recuerdo algunos:
La cama de la habitación compartida con mi hermano mayor fue mi primer taller, donde dibujaba tebeos en cartulinas A4 con lápiz y Rotring. Quería ser dibujante de tebeos. Luego mi madre me compró una mesa para que trabajase más a gusto, pero la usé poco porque prefería la cama. También en esa cama empecé a escuchar música mientras dibujaba y desde entonces no he hecho otra cosa que escuchar música y dibujar. Cuando escribo no escucho nada. Dibujar y escribir son cosas diferentes.
La habitación de casa de mis padres donde me trasladé, dejando atrás el dormitorio compartido con mi hermano, como si me hubiese independizado. Tenía una televisión diminuta que le compré a un amigo y una cámara que grababa constantemente sobre la pantalla de ese televisor. Los dibujos sobre la cama. Ceniceros, posters, revistas de comics y música, cintas de VHS. Los lienzos en el pasillo.
Mi taller de agosto en la habitación de arriba, junto al trastero, de la casa del pueblo de Burgos donde podía fumar y dibujar y escribir días enteros sin que me molestasen, porque nadie subía jamás esas escaleras. Recuerdo el calor y el sudor y el humo del tabaco rubio escapando por una diminuta ventana. Esa casa se vendió mucho después y sentí que perdía parte de mi historia allá arriba, cerca del tejado.
Un garaje de la calle Martínez Izquierdo de Madrid, enorme, que me subvencionó una amiga que por entonces estaba enamorada de mí y que además de dejarme trabajar en ese espacio, propiedad de sus padres, me compraba telas y materiales para trabajar. Además me llevaba en coche por todas partes. Su amor nunca fue correspondido y la cosa no terminó del todo bien.
La facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, donde subía una planta y luego otra y abría otra puerta y en el rincón más apartado de todos trabajaba todo el día mientras recibía visitas para ver que estaba pintando. Por entonces sentía tanto interés por mi trabajo que pensaba que lo estaba haciendo bien.
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