El fascismo es sexy por naturaleza, más que el comunismo. Así lo afirma Susan Sontag quien en "El encanto fascista", un excelente ensayo sobre Leni Riefenstahl y la estética nazi, escribe: "Botas, cuero, cadenas, cruces de hierro sobre cofres relucientes, esvásticas, son los accesorios más secretos y lucrativos del erotismo junto con ganchos de carnicero y motocicletas. En sex-shops, baños públicos, bares gay, burdeles, la gente usa estos disfraces".
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