Lo peor de todo es ser un idiota. Pensar que todo está bien, que todo va bien y luego, de repente, darte cuenta que solo está bien para ti.
Darte cuenta de que el mundo espera que te pudras. Que tus hijos te olvidan, que tus padres nunca te han tenido en cuenta, que tu mujer solo te reclama para bien, pero no está dispuesta a ningún cambio a peor. Que lo que hoy vales en dinero solo vale lo que vale el dinero de ahora. Que los amigos han ido desapareciendo porque no los has cuidado. Y que todo arde esperando que al saltar caigas en el fuego eterno.
Llega el día que te das cuenta que estás para dar, solo para dar. Porque si pides: No.
Si piensas: No.
Si sientes: No.
No puedes enfermar, ni entristecer, ni enfadarte, ni tener tiempo libre, ni ganas de otras cosas.
Lo peor de todo es renunciar a ser uno mismo en favor de ser lo que tienes que ser.
El peso cada vez es mayor. Tienes que estar en tu sitio, tienes que hacer lo que te toca, ser responsable, eficiente, cariñoso, estar de buen carácter y obedecer.
Es una mierda, pero en el 99% de las relaciones todo tiene que ver con el poder, quien dice y quien manda, quien obedece y quien calla. Intentando vivir ligero te derrumbas ante las obligaciones.
Cuantas cosas hay que dejar de hacer para que el resto del tiempo pase sin peso. Dejar de ser. Dejar de ser tu mismo.
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