Me piden que dibuje a Britney y la dibujo.
Me dicen que la foto que tengo que dibujar sea la foto en la que sonríe mientras se afeita la cabeza.
Termino el dibujo y lo escaneo, le meto color, lo imprimo, lo enmarco, lo envuelvo y lo entrego.
Pienso en esta pobre mujer y pregunto: ¿Qué tiene de malo?
Que alguien se afeite la cabeza y sonría no es razón de nada.
El hecho en sí no tendría que ser tan importante y no tendría por qué tener consecuencias para quien lo hace.
La historia de esta chica es de una injusticia extrema.
Demuestra que cualquiera tiene los medios legales de abusar de cualquier otro.
Demuestra que un buen relato puede conseguir cualquier cosa.
En este mundo occidental si cuentas una historia, la que sea, acorde con el momento y con el oyente, todo lo demás no importa. La verdad es cada vez más conveniente.
El relato es lo que importa.
La verdad se construye, se argumenta, se demuestra y se inventa.
Los políticos lo saben y los medios lo saben.
Nosotros nos creemos lo que nos cuentan, siempre que el relato sea bueno.
Poco más que explicar.
Lo de esta chica no tendría que ser una discusión, ni un tema legal, ni un argumento, ni nada.
Solo puedo decir: Libertad para Britney.
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