Hoy, en un descanso dominical, entre las calificaciones de mis alumnos, comida basura, retoques de los cuadros que envío la próxima semana por correo, siesta sobre las cinco de la tarde y películas de plataformas de pago, dedico un momento a la tarea de escribir.
No lo hago por dinero, sino porque lo necesito. Las cosas que no hago por dinero son las que mejor me sientan y mejor se me dan. Caminar, escribir o dibujar, por ejemplo. No hacer nada también se me da muy bien. El día que no hago alguna de estas cosas no estoy bien, me doy cuenta después, pero el día que solo trabajo y hago lo que toca, ese día es malo y a veces peor que malo.
También se me dan bien otras cosas como mirar. Mirar es casi lo que más disfruto. Miro a mi mujer mientras baila en el pasillo la última canción de Carlos Vives, esta mañana. Ella baila y salta y se sabe la letra porque es una canción antigua del festival de Barranquilla de la que ahora sacan una versión. Ella está resplandeciente y saca todos los males de la casa mientras se agita al ritmo de una canción. Ella es así, está llena de luz. Yo la miro mientras hago el desayuno y me siento totalmente feliz. Pienso en lo tonto que soy y en la suerte que tengo.
Tardo una eternidad en hacer el desayuno, porque cada mañana intento hacer la mejor tortilla al fuego más bajo posible, para ella. Intento una y otra vez hacerle el desayuno perfecto, todos los días. Y todos los días no empiezan siendo perfectos, pero luego se arreglan.
El resto del día no pienso en nada y no pienso en escribir. El día lo dedico a sobrevivir, salir adelante y meter dinero al banco. Buscar soluciones a la tarea de vivir con el dinero suficiente. Esta idea me ha obsesionado desde muy joven. Siempre he estado obsesionado por el dinero. Fui padre muy joven y eso me obligó. La necesidad de procurar estabilidad económica a los demás es el motor de mi vida.
Escribir me ayuda a respirar. Escribir pone orden a mi rutina, y sobre todo le pone fecha. Los días pasan, pero los días que escribo, tienen fecha. Escribo como quien graba en un árbol una fecha diciendo "estuve aquí".
Todo esto pasa sin quitarme el pijama, salvo los cinco minutos que tardo en bajar al chino de enfrente a por agua mineral y cervezas. Escucho música todo el tiempo, incluso cuando bajo al chino a por agua o cervezas. Con mascarilla, pensando que soy anónimo, aunque no lo soy y el chino sabe muy bien quien soy bajando una y otra vez a por lo mismo, con los cascos puestos, siempre escuchando música.
Estar en casa es lo que hago ahora casi todo el tiempo.
Vivir está siendo la cosa más importante que hacer este último año.
Vivir.
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