miércoles, 1 de julio de 2020

Adios Malasaña




Estoy agotado.
Dejar Malasaña ha sido un gran esfuerzo físico de varios días. Cargando peso y más peso bajo un sol de 40 grados empapando la camiseta y recalentando el coche a cada momento. Agua y más agua para hidratar el coche y para hidratar el cuerpo.
Todo el tiempo subiendo cosas, desmontando cosas, empaquetando cosas. Llenando coches y furgonetas de cosas.
Todo el tiempo en presente continuo.
No estoy solo, también están Nicolás y Lula y Paola y Efrain y nadie más.
Viajes y más viajes intentando vaciar por completo el local, antes de las ocho de la tarde del 30 de Junio.
10 años pesan mucho y en Verano más.
La carga es tanta, que pierdo dos Kilos en tres días. Pienso que los dos Kilos han sido de sudor y que mi cuerpo no adelgaza, se derrite. Calculo cuanto tiempo tendría que invertir en alargar este traslado para llegar a mi peso ideal. Demasiados días.
Irse de un lugar es dejar de ser lo que eras, para empezar a pensar lo que vas a ser.
Al final, entregamos las llaves a las ocho y nos vamos caminando (Paola y Javier DelGallo), hasta Atocha. Paola un poco triste y yo bastante contento y aliviado.
Le voy contando, a Paola, la historia de cada una de las calles por las que pasamos y le voy comentando la belleza de las fachadas, de los barrios, de cada cosa que vemos a nuestro paso. Es una forma de decirle lo bueno que es no tener que estar en ningún sitio, sino en todas partes. Porque la belleza existe en el movimiento y en el camino y cuando uno se para se pudre. También es una forma de decirle que la quiero y que la comprendo y de asegurarle que siempre nos va a ir bien.
Me gusta caminar, lo hago todo el tiempo. Siempre. Desde Siempre.
Me encanta mi ciudad y la miro todo el tiempo.
Que Bonito es Madrid a las ocho de la tarde en verano.
El cielo de Madrid combina los colores de una forma asombrosa: rosas con turquesa y naranjas y azules que se quedan quietos, sin ningún movimiento, para que te puedas quedar mirando y asombrado un poco antes del anochecer.
Luego llega el descanso.
Siempre pienso en el peso y en la carga y de pronto me siento más ligero con una llave menos y un montón de razones por las que sonreír.
Estoy agotado, así que no me cuesta mucho quedarme dormido casi un segundo después de tumbarme en la cama.
Paola ya lleva un rato durmiendo.
Mañana madruga.
Yo también.
Adios Malasaña.
Ahora nos vamos, pero somos un poco parte de tí.

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