Desde casa, todo lo que sucede fuera es referido. La realidad es algo que te cuentan y que tienes que creer, igual que si crees en Dios, como un acto de fe.
Te dicen que está muriendo gente de a 600, 700, 800... Y lo que ves es un número y crees en el número. Y el número es aterrador, pero ves el número como algo abstracto. La cifra sustituye al muerto. 600 muertos no son un muerto, otro muerto, otro muerto, otro muerto, otro muerto, otro muerto, otro muerto, otro muerto, otro muerto...
800 muertos es pura estadística, un número que corregir. Una curva en proceso descendente. El número se convierte en el desafío y no en la tragedia. Es lo que sucede, si estás en casa y en vez de ver al muerto ves el número, te sientes aliviado. No sientes empatía por nadie sino esperanza por seguir en casa, a salvo y con la nevera llena.
Es el mismo proceso por el que cuando esto pasa en China, aquí a todo el mundo le da igual, porque se convierte en una realidad tan lejana como ajena. Estamos muy entrenados en todo esto, como perfectos yonquis de la información. Los medios saben como administrar la realidad en dosis más o menos cargadas de importancia. En tu cerebro ya sabes que no es lo mismo un atentado en París que en Bombay. Ningún recuerdo traumático con atentados en Oriente Medio. Poca empatía con el sufrimiento de otras razas o culturas o religiones. Exacerbación del patriotismo en mayor o menor grado en todo el primer mundo.
La globalización económica nos acerca la información pero nos aleja de la realidad. Hemos hecho de la hipocresía un modo de vida.
En casa, cada vez reclamamos más derechos y miramos con desprecio comportamientos no homologados por lo políticamente correcto. En el primer mundo, lo políticamente correcto llega al extremo del chiste. El eslogan ha sustituido el pensamiento, y las razones tienen que estar avaladas por la economía. La gente lleva décadas votando valores económicos, independientemente a que esos valores económicos lo único que han demostrado es pobreza y aniquilación.
"Voto por la economía" dicen. "Mientras yo esté bien" dicen. "La Patria" dicen. Todo un discurso aprendido de lo más fascista que lo mismo te sirve para votar a Vox que a Podemos, que al PSOE, PP, grupos independentistas... Da igual, todos participan de la misma mierda.
Votar en occidente se ha convertido en un acto egoísta, donde la mayoría se complace de imponer su egoísmo a los demás.
Eso es lo que tenemos ahora mismo en el congreso de los diputados. Donde, a pesar de quedar cuatro, todos van a su propio interés. El presidente está agotado y el resto tira a la diana, compitiendo a ver quien es el que más consigue. Dan mucho asco, todos, la verdad.
Mientras tanto, los informativos han tomado la decisión de alejarnos lo más posible de la realidad. Es el momento perfecto, todos en casa, sin poder comprobar si es cierto que en Madrid, en la Gran Vía se oyen pájaros, o que la gente intenta salir de las grandes ciudades aprovechando la semana santa. Aplausos. Nuevos nacimientos. Ningún muerto. Todo se ha convertido en entretenimiento y todo tipo de noticias que intentan alejarnos de la realidad.
9 de abril de 2020. Miércoles, veintiseisavo día de aislamiento obligatorio en España.
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