No es lo mismo pensar tumbado que pensar de pié.
No es lo mismo cuando escribes sentado que cuando caminas.
El pensamiento parte de la experiencia o de la falta de ella.
Pienso en lo que piensa mi hijo que siempre está tumbado.
Pienso en lo que pienso cuando conduzco a verlo, sabiendo que lo encontraré tumbado en la cama del hospital, donde descansa sin saber de qué.
Me tumbo a su lado y miro al techo. Encuentro una irregularidad en la pintura que me dice que no puedo escapar de mí mismo.
Le pregunto por la mancha del techo.
Él ya la conoce.
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