lunes, 4 de junio de 2018

Mientras Tú lo intentes, Yo me quedo


A las mujeres no les gustan los poetas, 
Tal vez los quieran para pasar una tarde desocupada,
O una noche donde la soledad no deja otro recurso que el de las palabras.

Los quieren para reuniones sociales,
Y para declamar en la sala de su casa.
Los usan para aprender a amar a otros
O para una despedida de solteros, cuando alguien se casa.

De vez en cuando los acompañan
Cuando los ven solitarios llorando letras, 
Sólo para testigas de su trabajo, que implica sacrificar su alma, para escribirla.

Aunque no bailan, los buscan para bailar;
No obstante saben que con el baile no pueden expresar su tristeza.
Buscan el corazón enajenado del poeta, y terminan
Por encontrarlo en su cabeza.

A las mujeres no les gustan los poetas.
No se casan con ellos, porque a ellas les gustan los profesionales, de corbata izada,
Y ser poeta no es una profesión, es una carga para la sociedad
Que consiste en mostrar desnudo al hombre frente al espejo de su mirada.

Una mujer querrá un beso de poeta, o una palabra, 
quizá un regalo,
O un poema sencillo, pero no querrá al poeta. 

No, a un poeta no.

Los poetas sólo se casan con su poesía, que viva en sus senos yace,
O con una mujer desinteresada, que no le importa la poesía,
Sino a aquel que lleno de melancolía la hace.

Las mujeres prefieren a todos, menos a los poetas, porque los demás
Son serios, son normales. Los demás se dejan idiotizar, se dejan manejar
Y beatificar como insulsos cardenales.

A las mujeres les gustan ser dueñas de desarticulados maniquíes, 
O los sumisos perritos de feria,
Las mulas andariegas, o los pacientes trineos esquimales.

Pero nunca un poeta.
Porque en verdad un poeta sólo sirve para ser poeta.
¡Que desgracia!

...

Brayan Cifuentes Herrera

No hay comentarios:

Publicar un comentario