miércoles, 28 de junio de 2017

Preparados para la autodestrucción



Estamos preparados para la autodestrucción. La forma socialmente aceptada para la autodestrucción es el suicidio. El suicidio se considera una enfermedad urbana, que se transmite entre personas, posiblemente deprimidas o angustiadas, en ciudades como ésta. Pongamos que hablo de Madrid.
La autodestrucción es rápida desde un piso 21. Las ciudades en las que abundan pisos altos tienen ventaja respecto a este tema. En Madrid no abundan plantas tan altas, por eso nos conformamos con un octavo o un noveno, en el mejor de los casos.
Pero la mayoría de los madrileños viven en un tercero. Desde un tercero es bastante complicado autodestruirse. Desde un tercero es más probable una lesión irreversible o múltiples fracturas o un traumatismo craneoencefálico. Hay alguna posibilidad de autodestrucción desde un tercero, pero la estadística no es definitiva. 
Por eso tenemos el viaducto cerrado al paso de los madrileños. El puente de los suicidios se cerró en 1998. Desde un principio no sirvió para nada más que para arrojarse al vacío. Todos quieren tirarse desde este puente. Es porque desde su terraza quedarían paralíticos. 
Ahora, no hay posibilidad ninguna de autodestruirse desde la calle Bailén. Hay otros métodos como el gas, o el ahorcamiento, o tirarse a las vías del tren, o una sobredosis, electrocución, apuñalamiento, axfisia. Pero entendemos que no son tan definitivas y limpias como saltar desde una gran altura. Ni siquiera tenemos armas de fuego. La escasa posibilidad de autodestrucción, en Madrid, hace que nos planteemos otras vías de escape.

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