sábado, 9 de abril de 2016

LO FEO ANTES, SEGÚN Y DESPUÉS DE HEGEL




Quizás no sea abusivo decir que para Hegel hay un arte feo (el simbólico), un arte bello (el clásico) y un arte ya no bello (el romántico). Recordemos que Hegel identificaba arte romántico con arte postgriego, más bien postgrecorromano, es decir el arte romántico comenzaría con el paleocristiano y el románico. Hegel reconoce retazos de fealdad en ese arte que no es bello. Por ejemplo en la tan tenida en cuenta por él fealdad de las pasiones de Cristo, pintadas por maestros alemanes posteriores en el tiempo al flamenco Van Eyck, que sin embargo son valorados por muchos historiadores como anteriores por ser sus facturas pictóricas de peor ejecución (Hegel, 2007: 641). De algún modo pareciera que la matanza de Cristo fungiera de matanza iconoclasta de la figura humana de Cristo, como si se quisiera humillar y aniquilar para siempre la figura humana de Cristo para realzar la divina. En ese sentido cabría preguntar si el arte que ya no es bello en cuanto tiene retazos de fealdad es también arte feo. No, o al menos la fealdad es aquí entendida de forma diferente. La fealdad del arte simbólico es la de la inepcia para hallar la forma de lo divino en lo humano. La fealdad de estos ejemplos del arte romántico en estas crucifixiones es una fealdad de ejecución como síntoma de la de la paulatina toma de conciencia de que lo divino no es lo humano y no se compadece con lo humano y va más allá de lo humano. La crueldad y la sevicia con la que los judíos torturan a Jesús es la misma con la que la reforma va acabando con la figura antropomórfica de un Cristo que se ve vejado en las representaciones pictóricas de los viejos maestros alemanes. Así Hegel ofrece un contraste radical con la interpretación de lo feo de la estética contemporánea. Para nuestra contemporaneidad lo feo ha sido predominantemente sinónimo de modernidad y de apertura. Para Hegel, no obstante, la modernidad y la apertura son la patente evidencia del fin del arte. Sin embargo nos equivocaríamos si entendiéramos fin del arte como doliente nostalgia del arte bello, como una mirada atrás anhelante de brillos pretéritos. El fin del arte es el gozoso reconocimiento de que el arte ha cumplido su cometido, y nos ha habilitado para un estadio de más intensa verdad y libertad.

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