Quizás no sea abusivo decir que para Hegel hay un arte feo (el simbólico), un arte
bello (el clásico) y un arte ya no bello (el romántico). Recordemos que Hegel identificaba
arte romántico con arte postgriego, más bien postgrecorromano, es decir el arte romántico
comenzaría con el paleocristiano y el románico. Hegel reconoce retazos de fealdad en ese
arte que no es bello. Por ejemplo en la tan tenida en cuenta por él fealdad de las pasiones
de Cristo, pintadas por maestros alemanes posteriores en el tiempo al flamenco Van Eyck,
que sin embargo son valorados por muchos historiadores como anteriores por ser sus
facturas pictóricas de peor ejecución (Hegel, 2007: 641). De algún modo pareciera que la
matanza de Cristo fungiera de matanza iconoclasta de la figura humana de Cristo, como si
se quisiera humillar y aniquilar para siempre la figura humana de Cristo para realzar la
divina. En ese sentido cabría preguntar si el arte que ya no es bello en cuanto tiene retazos
de fealdad es también arte feo. No, o al menos la fealdad es aquí entendida de forma
diferente. La fealdad del arte simbólico es la de la inepcia para hallar la forma de lo divino
en lo humano. La fealdad de estos ejemplos del arte romántico en estas crucifixiones es una
fealdad de ejecución como síntoma de la de la paulatina toma de conciencia de que lo
divino no es lo humano y no se compadece con lo humano y va más allá de lo humano. La
crueldad y la sevicia con la que los judíos torturan a Jesús es la misma con la que la reforma
va acabando con la figura antropomórfica de un Cristo que se ve vejado en las
representaciones pictóricas de los viejos maestros alemanes.
Así Hegel ofrece un contraste radical con la interpretación de lo feo de la estética
contemporánea. Para nuestra contemporaneidad lo feo ha sido predominantemente
sinónimo de modernidad y de apertura. Para Hegel, no obstante, la modernidad y la
apertura son la patente evidencia del fin del arte. Sin embargo nos equivocaríamos si
entendiéramos fin del arte como doliente nostalgia del arte bello, como una mirada atrás
anhelante de brillos pretéritos. El fin del arte es el gozoso reconocimiento de que el arte ha
cumplido su cometido, y nos ha habilitado para un estadio de más intensa verdad y libertad.
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