En la escuela de Arte te dicen que la buena pintura no es la que da respuestas, sino la que plantea nuevas preguntas. A modo de encuesta. En una exhibición de pintura del siglo XX, son los cuadros los que se encargan de preguntar a los visitantes las siguientes cuestiones:
Van Gogh: ¿Prefieres ser famoso después de la muerte o famoso en vida, pero olvidado después de la muerte?
Picasso: ¿Recuerdas tu primera palabra? ¿Cual era?
Warhol: ¿Alguna vez has tenido una cirugía? ¿Para qué?
Da Vinci: ¿Tienes muchos talentos o eres realmente bueno en una sola cosa?
Magritte: ¿Prefieres enamorarte una vez y que dure para siempre o tener muchas relaciones?
Monet: ¿Qué quieren tus padres que hagas para ganarte la vida?
Dali: ¿Tienes sueños extraños?
Rousseau: ¿Cuál es tu principal filosofía en la vida?
Titán: Si alguien te pudiese dar un título, ¿cuál sería?
Kahlo: ¿Quieres tener hijos? ¿Por qué Sí o por qué No?
O'Keeffe: ¿Cuál es tu flor favorita?
Matisse: ¿La observación de otras personas influye en tu estilo?
Kandinsky: ¿A dónde viajarías con el fin de estudiar tu materia favorita?
Donatello: ¿Te sientes como si estuvieras atrapado en la sombra de alguien?
Rockwell: ¿Sabías desde temprana edad lo que querías hacer con tu vida?
Pollock: ¿Cómo se define el "Arte"?
Durero: ¿Tomas muchas selfies?
El Greco: ¿Alguna vez has deseado tener un bigote?
La encuesta es un fracaso.
Las preguntas son triviales.
Las respuestas son fáciles.
Ninguna de las preguntas planteadas es la correcta.
El arte moderno es una estafa.
Los grandes artistas del siglo XX son un fraude, y sus nombres no son otra cosa que la marca de productos muy caros con los que se especula y se esconde el dinero de la corrupción y el crimen organizado.
Tal vez la buena pintura debería dar soluciones.
Pero esto no interesa, porque entonces el arte moderno no sería tan caro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario