Y luego me pregunta de que va todo esto.
Todo esto se trata de besar a la chica. Tu vida depende de tomar la decisión y besar a la chica. Si lo haces o no. Eso es lo que será tu vida. O al menos es lo que recuerdo.
Tengo 16 y recuerdo que bebemos y bebemos hasta vaciarlo todo. También fumamos tabaco barato intentando no toser. A veces nos drogamos y pasamos los días soñando despiertos, tumbados en el césped, bajo el cielo arbolado del parque del Retiro. Cajas de cerillas, labios partidos y nudillos magullados de golpearlos contra la pared. Dolor de espalda desde siempre. Ojeras y una sonrisa constante que me hace parecer totalmente idiota. En todas las fotos parezco tonto, y sin embargo parezco guapo, incluso atractivo, aunque yo no lo creo.
Beso a la chica.
Después me dice que sólo se había dejado besar porque estábamos borrachos. Reímos prometiendo que nunca lo volveríamos a hacer. Solo esta vez. Lo prometimos.
Sin embargo, la semana siguiente la beso en su casa. Y luego el viernes, la vuelvo a besar en un portal cualquiera mientras la acaricio el sexo. Un mes después acabamos follando en el coche de un amigo, un domingo de Octubre antes de las ocho. Justo antes de acompañarla a su casa a la hora que la dejan salir sus padres. Tengo su sabor y nunca dejaré de quererlo. Es un sabor nuevo que me hace sonreír. Esa noche la paso en blanco, pensando en volver a besar a la chica.
Todo el mes siguiente lo pasamos buscando huecos donde meternos mano, meternos la legua y meternos el sexo sin pensar en ninguna otra cosa. Adelgazo. Me quedo en los huesos y me parece gracioso cuando mis amigos me lo dicen.
Los dos sabemos cómo terminará esto: Sin dolor. Voy a abrir sus piernas y abriré su boca. Ella explorará toda su curiosidad y se llenará de carne. Beberemos todo el tequila, fumaremos todo el tabaco barato y tomaremos todas las drogas mientras follamos hasta morir. Nos prometemos que esto no significa nada, pero es mentira. No queremos creer en el amor, pero es el amor lo que nos mueve. Nos queremos. Estamos enamorados, pero no queremos estarlo.
Sigo besando a la chica todo el invierno.
Hasta que se abre la puerta y su padre nos descubre, ve los chupetones, las botellas de cerveza vacías rodando por el suelo, el pelo despeinado y la camiseta arrugada en la cintura.
Ella se pone muy nerviosa y yo le digo: "Confía en mí", he aprendido de memoria todas las excusas posibles, todas las frases necesarias para pedir perdón en todos los idiomas del mundo occidental. Estoy acostumbrado a las tormentas eléctricas. Su padre me mira, sin decir nada. Después la decepción invade su rostro mientras cierra la puerta y se va.
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