jueves, 26 de febrero de 2015

Un cigarrillo quema a 400ºC


En los días buenos, no me importa si me despierto en el lado equivocado de la cama. No hablo con mi zumo de naranja con Vodka, ni vacío el Bailey's en mi café cuando veo que no hay leche en la nevera.

En los días buenos, escribo poemas en tiempo pasado porque no tengo resaca y lo recuerdo todo. De hecho, puedo recordar lo que sucedió la noche anterior o cuantas veces besé a la chica con un ojo negro y otro verde. 

En los días buenos, mi sombra puede caminar detrás de mí sin tropezar o balancearse de lado a lado. Cada línea en mis poemas tiene sentido y no es un balbuceo de borracho que intenta recitar el alfabeto desde atrás sin tropezar.

En los días malos, me despierto en el suelo o sobre la taza del inodoro con dolor de cabeza. Mis poemas no pueden parar de vomitar sin sentido y cada botella rota en el suelo me atraganta. En los días malos, si no estuviera demasiado borracho para escribir, me gustaría decir algo inteligente sobre como la vida para muchos consiste en andar de puntillas y para mi la vida no es otra cosa que el alcohol quemando mis palabras.

En los días malos, pretendo que sea mi cumpleaños y bautizo al vino con mi nombre. Escucho a todos los parroquianos del bar como a un coro alabando alguna versión lejana del CIELO. 

En los días malos, sabes que un cigarrillo quema a 400ºC y no te importa.

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