En la primavera de 2004 estoy viajando entre Madrid y la costa. Voy en coche. Paro en una estación que parece un centro comercial. Cuando viajas mucho, aprendes a decir "Hola" y "Adiós" al mismo tiempo. Todo el relato es como si lo escribiese Arthur Schopenhauer en un after. La literatura del jet lag pasada un poco de vueltas. Poesía ultrarealista a las 8 de la mañana. No. No es raro. No tanto. La poesía de madrugada es la autentica mierda cantante y danzante del mundo. No una mierda de moda de la que hablan en las revistas. NO. Es el mundo real, tumultuoso, podrido y frío. Como mis relaciones de esta primavera de 2004: También tumultuosas, post-apocalípticas, podridas y a veces mudas de promesas y compromisos. Nadie sabe muy bien donde anda y a nadie le importa. Esto hace que sean así todavía mas hermosas.
La verdad pasa por sus tres etapas: Primero se ridiculiza. Después encuentra la oposición. Por último, se acepta como lo evidente. Es la verdad.
Con una copa en la mano de color ambar, la VIUDANEGRA se sienta a mi lado en la cafetería de la mega-estación y me pregunta si yo soy gay y me dice que me conoce de algo o que le recuerdo a alguien, que le resulto cercano. Yo le digo que me parezco a demasiada gente. Ella no me hace mucho caso y sigue hablando sobre que la pena siempre es pasajera y que su esposo murió y la dejó todo un montón de dinero y que ella se divierte y que su marido era un aburrido que no gastaba nada y que ahora ella lo disfruta por los dos y que le encantaría pasar un rato conmigo haciendo shopping y hacerme sentir bien porque le parezco inteligente y tengo una mirada sincera que le gusta, que le tranquiliza. Luego pide que le traigan vino blanco y confit de pato. Acaba de salir de la macro-disco de este lugar en medio de ninguna parte. Es una rica de pueblo. Es una alcohólica. Es guapa a pesar de todo. Nos vamos a Madrid en un torbellino de bares, copas y adicciones multiorgásmicas. Ya por la noche, a la salida del décimo bar del centro de Madrid, me susurra mientras la sujeto para que no caiga: "Yo soy la madre Teresa del RedBull con Vodka y mucho hielo" y yo le contesto: "Que el anticristo nos redima del pecado de la fe cristiana". El dolor de cabeza, a la mañana siguiente fue toda la verdad. De verdad.
La verdad pasa por sus tres etapas: Primero se ridiculiza. Después encuentra la oposición. Por último, se acepta como lo evidente. Es la verdad.
Con una copa en la mano de color ambar, la VIUDANEGRA se sienta a mi lado en la cafetería de la mega-estación y me pregunta si yo soy gay y me dice que me conoce de algo o que le recuerdo a alguien, que le resulto cercano. Yo le digo que me parezco a demasiada gente. Ella no me hace mucho caso y sigue hablando sobre que la pena siempre es pasajera y que su esposo murió y la dejó todo un montón de dinero y que ella se divierte y que su marido era un aburrido que no gastaba nada y que ahora ella lo disfruta por los dos y que le encantaría pasar un rato conmigo haciendo shopping y hacerme sentir bien porque le parezco inteligente y tengo una mirada sincera que le gusta, que le tranquiliza. Luego pide que le traigan vino blanco y confit de pato. Acaba de salir de la macro-disco de este lugar en medio de ninguna parte. Es una rica de pueblo. Es una alcohólica. Es guapa a pesar de todo. Nos vamos a Madrid en un torbellino de bares, copas y adicciones multiorgásmicas. Ya por la noche, a la salida del décimo bar del centro de Madrid, me susurra mientras la sujeto para que no caiga: "Yo soy la madre Teresa del RedBull con Vodka y mucho hielo" y yo le contesto: "Que el anticristo nos redima del pecado de la fe cristiana". El dolor de cabeza, a la mañana siguiente fue toda la verdad. De verdad.
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