«Es terrible separarse sabiendo que amas como siempre y que tú mismo eres culpable de haber perdido lo que amabas. Pero todo el mundo mata lo que ama, los cobardes con silencio, los valientes con una espada, los cobardes con un beso, los valientes con una palabra. Hace un rato estaba en un café, sentado y llorando. Todas las camareras se reían de mí, todo el mundo que pasaba por la calle se reía de mí, de un brinco volví aquí y en el camino todo el mundo, los vecinos con los que me crucé en la escalera, se reían de mí, y no tenía fuerzas para aplastarles la cara a puñetazos. Me estoy volviendo loco, lo sé, oigo cuchichear a todo el mundo, hablan de mí y de ti, yo sólo te hablo de mí, me he vuelto loco aunque trato de estar en calma, a sabiendas de que cada instante que pasa estás más lejos, y que dentro de unos minutos podrás preguntar a cualquiera ¿quién es ese Mayakovski? Si estas palabras te hacen sentir algo que no sea simplemente dolor por un amigo enfermo y disgusto porque no puedes hacer nada por solventar su contrariedad, contesta, esperaré la respuesta hasta el fin del mundo, porque si no contestas, el dolor será terrible, yo seré dolor. Son las diez. Si a las once no tengo respuesta sabré que esperar es inútil. Firmado: Yo.»
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Juan Bonilla
Prohibido entrar sin pantalones
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