La tristeza es como la necesidad de dormir. Tanto si piensas en ello o no, siempre llega. Donde quiera que estés, da igual lo que estés haciendo, tarde o temprano lo sientes. Puedes estar en casa o en el trabajo o simplemente jugando en la arena con tu hijo, en la biblioteca buscando poetas rusos, cruzando el puente de la estación de tren de cercanías. Tambaleándote hacia el baño a media noche. Bajando las escaleras del metro en la estación de Tribunal. Oliendo el hedor a moho en un sótano de Malasaña. Buscando un billete de al menos 20 euros en le bolsillo para pagar una compra rápida en el chino de enfrente de casa. Viendo un concierto de "El Columpio" en el ocho y medio. Bebiendo con los amigos Vodka de estonia en el bar de los rusos mientras ves al Real Madrid jugando la liga. Escuchando canciones de grupos desaparecidos en spotify. Mirando el cielo gris y lluvioso en Madrid en el otoño del año 14 de la segunda década del siglo XXI. Leyendo. Dibujando. Pintando. A veces escribiendo. Muchas veces bebiendo. Pensando en lo fácil que era todo cuando fumaba. Todavía mas fácil cuando me drogaba. Conduciendo, siempre conduciendo. Despertando junto a la mujer a la que amo. La mujer que me ama. Pensando en las mujeres que tal vez me amaron y a las que yo no llegué a entender. Al final, aunque no lo quiera, llega la tristeza, igual que la necesidad de dormir.
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