Casi todas son locas fatídicas inteligentes
y a su vez con cierto vuelo poético a ras del suelo,
algunas vienen de muy lejos
y otras de a la vuelta de casa,
algunas vienen con brahms, una botella de vino
y una opinión divertida sobre cualquier asunto
sin importancia, otras vienen con buñuel
un pañuelo de seda y sumamente medicadas,
sobrevuelan mi cuarto histeriqueando naderías,
revisan mis libros echando el culito para atrás,
me hablan de un tío muerto en combate
de la polémica reverdy-huidobro
de cómo preparar el pollo relleno
o del caso de la mujer que el marido
la mató porque ella no quiso suicidarse.
me cuentan de sus viejos amores
de lo mal o bien que lo pasaron
de que fueron engañadas, vilipendiadas
y pasadas a llevar por el macho dominante,
después cogen conmigo, se enamoran
se ponen tiernas, me compran una camisa
me mienten diciéndome que soy el mejor poeta de la cuadra,
me comparan con dos nobel y tres cervantes,
o con cualquier otro palurdo en ciernes,
para ellas soy el amante exquisito, el hombre de sus vidas
y seguramente seré el padre de sus hijos.
después de un tiempo corto o largo de éxtasis
después de navegar sobre nubes de algodón
después de mucho sexosexosexo
de botellas y botellas de cerveza
vino, vodka naranja y gin tonic
me abandonan, me dejan por un poeta mejor,
por un artista de circo o por un español llamado paco,
me dejan acusándome de ser un macho dominante
de que fueron engañadas, vilipendiadas y pasadas a llevar.
¡dios salve a mis mujeres!
yo no salvé a ninguna.
...
Hugo Vera Miranda
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