martes, 21 de octubre de 2014

Por fin una puta historia que terminó bien


Hay instantes que duran para siempre. Adoré a una chica de ojos celestes que un día conocí en la frontera. Hacíamos el amor bajo los puentes. Tomábamos ginebra y la vida era hermosa. Me contó que su padre la había violado a los 12 (doce), años. Que su madre había muerto cuando ella tenía 7 (siete), años. Íbamos en bicicleta y hacíamos el amor bajo los puentes. La adoraba. Eso creo. Eso pienso, que la adoraba. Como siempre ocurre en esta puta vida, el destino, la vida o la numerología, nos separó. Ni siquiera recordaba su nombre hasta ayer, cuando Fabián me preguntó si conocía a Leonor. Esa chica de los ojos celestes. Qué pasa con ella le pregunté. Me dijo que nada, que se había casado con un Conde italiano que vivía en Florencia. Le dije que no la conocía. Al despedirnos le pedí algo de dinero para comprar pan, vino y cigarrillos. Por fin una puta historia que terminó bien.

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Hugo Vera Miranda

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