El hambre es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende.
Miguel Hernández
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Te envidio, eres indiferente a la emoción. No sé cómo no te vuelves loco en la misma ciudad de siempre, con las mismas casas, los mismos coches avanzando calle arriba y calle abajo. Sin ningún pesar por la falta de ropa interior limpia, por la nevera vacía y el coche parado hace mas de un mes. No te afecta nada. Imágenes en la televisión que hacen un bucle sinsentido de atropellos, debates de madrugada y comerciales abriendo las puertas de una realidad alternativa llena de ametralladoras y portales de naranja y azul. Me pueden hablar, y no pueden escuchar. puedo pensar, y es posible que me pregunten. Puedo buscar, y tu no tienes que ofrecer. Envidio tu indiferencia, tu renuncia a la afirmación física. Lágrimas y suspiros de niños al otro lado de la pared.
Todo se llenó de ruido y prometimos saludar al silencio cuando regresase. De eso ya han pasado 5 años.
Te envidio. Paseando por las mismas calles siempre llenas de perros, y cruzándote cada día con los mismos autos y las mismas casas, No sé cómo no te vuelves loco viendo los mismos canales, pasando de uno a otro, con el pequeño movimiento del pulgar sobre un par de botones: "Infraleve". Acostado en tu cama, un domingo cualquiera, igual a todos los domingos. En una ciudad que huele a fracaso, con el mismo amigo, que morirá colocando cajas en el mismo supermercado. En el mismo colegio al que fuiste irán tus hermanos, y tus hijos, y los hijos de tus hijos, que para entonces ya serán tus nietos. A los que hablarás del mismo colegio al que ellos van, al que tú fuiste. Al que todos ellos irán a cometer los mismos errores que cometiste. En una ciudad donde las jóvenes quedan embarazadas. Y los jóvenes se vuelven alcohólicos y drogadictos, para terminar vagando por las calles hablando solos a las cinco de la mañana.
No sé cómo no te vuelves loco, tomando el mismo autobús, todos los días, a la misma hora, en el mismo lugar. Dando los mismos pasos que dieron tus padres. Hablando de las mismas cosas una y otra vez. Follándote a las mismas chicas con las que al final te casarás. Para terminar siendo un puto gordo que trabaja en la misma fábrica, con la misma basura en la calle, la misma cárcel, el mismo hospital, la misma iglesia, la misma plaza donde los jovenes descansarán por la tarde la misma amargura, al sentir vivir la misma historia repetida una y otra vez. No sé cómo no te vuelves loco.
El espectáculo es desolador.
Poco después y sin decir nada...
Empezó por morder la corteza de un arbol
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