En el agua, mis ojos son naranjas, el pelo azul y el cuerpo se hace plastelina. No existe el tiempo y los relojes duermen en mesillas fuera del agua, muy lejos de la orilla. Cualquier historia queda olvidada en el agua. Todas las tintas de todas las estilográficas son inútiles en el agua. Llaman historia a ese movimiento que retiene la atención. El agua no guarda ninguna historia. Su movimiento es antihistórico, su fluir no deja impronta. No se puede escribir la historia del agua. Todas las historias son y han sido siempre de tierra. Puedes ser cualquier cosa, porque en el agua no eres nada.
Nosotros somos todas las prostitutas. Nosotros somos todos los yonquis, los parias, los transexuales, los alcoholicos, somos los reyes de la mañana, los aguadores y los olvidadizos. Lo que somos es igual. Con un bañador o sin nada, nadie es nada dentro del agua. Los móviles no funcionan, no hay internet y no te puedes leer el periódico dentro del agua, la tinta se difuminaría y cualquier dato perdería toda importancia. En el agua eres todas las cosas, porque en elagua no eres nada.
Nadé por el dorso de tu mano, confiado. Observé las nubes y su trayectoria. Me creí todo lo que me contaste, luego lo vomité agua salada. Escuché el movimiento del agua y descubrí el movimiento, el cambio. Dejé de creer. Llevabas diez mil siglos despertando y el fuego ardía impaciente en mi estómago. Después de tres siglos seguía seco, quería beberme el transcurso de los próximos veinte años. Hasta secarlos. Hasta hacer un desierto. Me reí de la escasez de lluvia. Siempre hidratado. Humedad. Cambiar y transformarse y fluir. Luego, me disolví, como una aspirina efervescente. No es la historia de mis días, es la historia del agua.
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