El cáncer
la muerte no sería tan mala si se pudiera traer a casa, si no hubiera que levantarse, si no hubiera que salir de la cama, si no hubiera que subirse a una ambulancia, si no hubiera que vivir en un hospital, si no hubiera que vivir entre desconocidos, si no hubiera que prescindir de las frazadas, del color de las frazadas de la casa, de la temperatura del color de las frazadas de la casa. Morir no sería tan malo si todo pasara en la casa y con los de la casa, si uno tuviera la suerte de tener una casa. Lo peor del cáncer y de la muerte son la burocracia y el ajetreo de los cambios de ropa y el frío de los pasillos y el frío de las miradas de los extraños (de los que no sufren porque tú sufres, de los que no sufren porque tú vas a morir) y la indiferencia de las calles y de los muros de las calles y la indiferencia mortal del hospital y de todo lo que lame y cubre por dentro a un hospital. Morir no sería tan malo, sufrir no sería tan malo, si se sufriera en la casa, si se supiera que nada ni nadie nos sacará-en caso de morir o sufrir-de la casa.
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Claudio Bertoni
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