Entró un tipo enorme al bar donde J.G. y yo tomábamos Whisky, aunque a mi nunca me ha gustado el Whisky.
A mí ese tipo me daba envidia, envidiaba ser tan grande, tan ancho, tan gordo, ocupar el espacio de esa manera absoluta. En su lugar cabrían al menos tres seres insignificantes, como nosotros dos y otro más, de tamaño medio, donde nuestros cuerpos en pequeñas variaciones se ven flacos o gordos, según la semana, según nuestras tripas, según la comida que te has saltado o la que has hecho de más. No como él, que ya no tenia barriga, que era todo un bloque de arriba abajo.
Así se lo dije a J.G., y él me dijo que estaba mal de la cabeza, que siempre salia con esas cosas raras y que además ese tipo no era poderoso, que tenia un problema enorme y que seguro que sufría por su salud y los problemas derivados de una obesidad tan exagerada.
Yo me imaginé grande, desplomándome en un sofá y pensando que seguramente J.G. tendría razón.
Digo, ¡qué grande!
ResponderEliminar¡QUÉ GRABDE!
ResponderEliminarPues sí...me temo que J.G tenía razón ¿piensas cosas así Javier? jajajaa
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