En el primer mundo la gente se enfada, discute y aniquila virtualmente al contrario por defender sus ideas en las redes sociales. Mientras tanto, en muchos otros países, la gente muere de hambre o en guerras o intentando llegar a ese primer mundo, donde los problemas no son tan inmediatos.
Existen multitud de discursos para defender y justificar la miseria de los demás.
Da igual hablar de falta de recursos en el primer mundo y ceguera a la hora de expoliar al resto. Los europeos no preguntamos de donde viene nada, ni porqué tenemos el privilegio de disfrutarlo, es un derecho derivado de la idea del consumo como activador de la economía.
Es un privilegio poder opinar de casi cualquier cosa con la casa aclimatada y la nevera llena, gasolina en el coche y reserva en un restaurante para cenar el fin de semana.
Una vez cubiertas las necesidades primeras y segundas y terceras y dando un paso más adelante, la gente se siente en el poder de opinar sobre los que no llegan a esa situación de privilegios donde uno puede pasar la semana planeando una cena o un fin de semana y donde las situaciones de luchar por la propia supervivencia no se han dado jamás, existiendo la convicción de que eso nunca llegará a pasar.
En realidad, lo que existe es una desconexión con tus iguales. Los seres humanos que en origen somos lo mismo y que según te educan empiezas a darte cuenta de donde estás y de tus posibilidades de acceso a esa vida cómoda que otros disfrutan. Aprendiendo a ser diferente. Siendo esas diferencias planteadas en terminos de clases y posibilidades y un momento después de privilegios.
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