La historia de la humanidad es una historia de abusos. Desde que naces, tienes que aprender a defenderte. Muchas veces te tienes que defender de tu entorno más cercano y luego del resto.
En el campo, en la naturaleza, te defiendes de las fieras, pero en la ciudad también hay fieras. Aunque aquí, en la ciudad, donde yo he crecido, las fieras son humanas y mucho más despiadadas que un lobo o un buitre o cualquier alimaña. El hombre abusa del hombre y construye su historia sobre este supuesto.
En cuanto al sexo, según creces, aprendes que si eres hombre, tienes un poco de ventaja. Solo un poco, porque eres pequeño y todavía no tienes la fuerza, pero sabes que, como hombre la tendrás y que en cuanto la tengas, te podrás defender. Incluso podrás pasar al otro lado y ser el que abusa y no el abusado. Pero mientras tanto, sabes que hay un montón de humanos que te merodean y que si no tienes cuidado pueden acabar contigo.
Si eres mujer, es diferente, porque aunque crezcas y te hagas fuerte y te busques todas las defensas, siempre habrá alguien que piense en abusar de tí a pesar de tu fortaleza y por el solo hecho de ser mujer. Y sabes que aunque seas fuerte, siempre puede haber alguien más fuerte y sabes que los merodeadores nunca desapereceran.
Una mujer fuerte pasará toda su vida evitando todo tipo de abusos, violaciones, menosprecios y un largo etcétera de situaciones incómodas.
Una mujer más débil será carnaza para los depredadores. Habitualmnete hombres que se crecen en el abuso y que normalmente actuan de forma impune durante toda su vida.
De esta manera se normaliza una mujer que necesita que la expliquen, que la acompañen y que la defiendan. Una mujer acompañada que precisa de un hombre que la defienda y que explique a la manada que tiene contrato de propiedad.
Solo ese contrato evita, a veces, que no sea devorada por las fieras.
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