Yo siempre he pensado que, el ser escritor, en mi
caso, y el ser hombre, son cosas que no son separables en este mundo, ni en otro mundo, son en términos médicos inoperables. Se es escritor en cuanto
hombre y se es hombre en cuanto escritor. Ese es mi
punto de vista, y ese era mi punto de vista cuando
yo era mucho más ignorante que ahora, y muchísimo más joven que ahora. Recuerdo desde mi época
de estudiante de humanidades y aun de mi época de
infancia, que yo me enfrentaba al mundo sin darme cuenta por supuesto, y ahora intuyo que era así,
como un probable tema, como un tema que me era
obligatorio tratar o recoger, y por supuesto hacer lo
posible por expresarlo con autenticidad, con veracidad, sin mentiras. No sé si usted se acaba de referir
en su larga pregunta, y si no lo recuerdo, está bueno
que ya se vaya diciendo, que yo siempre he pensando que toda novela es realista, que sólo existe la literatura realista. Es decir, la literatura extraída de la
vida, la literatura que es expresión de la vida y que
no es fuga de la vida; que no es una tergiversación
de la felicidad, de la desgracia, la alegría, de la aventura, de la desventura. En ese sentido, tal vez usted
tenga razón, al decir que en mis novelas mis personajes aparecen como seres golpeados por el destino,
o por los hombres que manejan este destino, por la
naturaleza o por los hombres que se aprovechan de
la naturaleza […]
El escritor se transforma en bomba, porque para mí
la palabra es una explosión. Para mí si los militares, los gorilas matan a los escritores o queman sus
libros están procediendo de acuerdo a su sicología
de gorilas, porque un libro es en realidad un arma
peligrosa.
“Los libros son armas que explotan”, entrevista
clandestina (05 de julio de 1975) recogida en el
libro Sobre la ausencia, edición de
Roberto Contreras, Lanzallamas Libros, 2009.
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