Bajo mi casa no paran de rodar series y anuncios de televisión. El bar de abajo es el plató de todos los que quieren mostrar una realidad aumentada de lo suburbial, malote, carcelero y delincuencial.
Entre semana los camellos y alcohólicos pensionistas de verdad ocupan el lugar que luego se televisa.
No hay problema, todo está bien.
Después llegan los del cine, ponen sus señales para que no puedas aparcar y luego llegan los camiones con la luz y los equipos y luego los actores. Todo es muy absurdo, ver a esos actores haciendo de malos para intentar parecerse a la gente que vive aquí.
En realidad no se parecen a nadie ni a nada. La gente que ve estas series tampoco vive aquí. Todo es ajeno. Lo que cuenta esta gente del cine está dirigido a gente que ve Netflix y que fantasea con una delincuencia de telefilme lejos de sus casas.
Yo vivo justo encima del bar de "Entrevías" y del anuncio de la lotería y veo al Coronado corriendo con una pistola delante de mi casa y pienso en lo ridículo, absurdo y complaciente que es todo esto.
La realidad es una serie de Netflix
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