La mayor parte del tiempo la sensación es la de estar en el purgatorio.
El tiempo pasa sin sorpresas y nada es demasiado importante y nada cambia demasiado. Todo sigue una inercia propia y ajena a la propia voluntad.
En realidad la voluntad se delega en favor del paso del día, lleno de tareas rutinarias como ir al banco, hacer una compra, cocinar, ver los informativos, descansar o ver series interminables en Netflix, Amazon Prime o HBO.
La nevera está llena, las facturas están domiciliadas y hay dinero en el banco. El tiempo para pensar es ninguno. El fin de semana consiste en cenar con una pareja de amigos el viernes o el sábado e intentar dormir o no hacer nada el resto del tiempo.
Hay sexo cuando no se está demasiado cansado y el alcohol va y viene según se cuida o se se descuida uno mismo. Hace años que no hay drogas que no sean café y la única pastilla es la de la tensión.
Todo está en la línea de tiempo. De lunes a domingo y vuelta a empezar. Todo empieza y acaba en unidades semanales.
Aquí no pasa nada, todo está bien mientras todo sea confortable. El purgatorio.
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