Y de repente, en menos de una hora, Madrid baja de 41 grados a 28, y en ese momento corre el aire y todo el mundo abre las ventanas y apaga el aire acondicionado o el ventilador o se asoma a la ventana o al balcón y todo el mundo siente el alivio y se encuentra mejor, más contentos, incluso felices y sonríen por la simple sensación de no estar agotados de calor.
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