Pienso en escribir como un acto físico.
Dar un golpe a una tecla y luego a otra y respirar y esperar a la siguiente frase, mientras la piensas, antes de lanzar los dedos contra las teclas. Golpear palabras y frases y párrafos. Borrar lo que has escrito volviendo a golpear hacia atrás y rehacer el texto de nuevo golpeando hacia delante.
Solo con dos dedos. Pero haciendo que las palabras sean fuertes y expresivas. Y si no lo son, borrando la línea y volviendo a golpear sobre línea borrada.
El golpe tiene que ser semejante al impacto de la frase y si no es así, mal. Como en el boxeo, donde no piensas en acariciar la mejilla de tu contrario, sino en romperla.
Pienso en escribir como algo más físico que intelectual.
Nada que ver con escribir a mano. Lo que escribo a mano tiene más que ver con lo doméstico y no está en contra de nada. Es lo mismo que estar bien con uno mismo.
A mano escribo lo que tengo que hacer y lo que se me ocurre. Recordatorios y diarios y sumas y restas y sucedidos.. Ideas varias y señales de aviso. La vida pasa a mano en una libreta, donde se anota lo que hay que hacer y lo que pasó, a veces.
Teclear es diferente, porque teclear es escribir lo que pienso a la contra de lo que vivo. Teclear es estar enfadado o contento y hacerlo importante. Es una necesidad y además es un acto público.
Tecleo buscando las palabras que decidan lo que pienso cada vez que me siento frente a un editor de texto. Donde aporrear un teclado se convierte en pensar y donde un punto y aparte o un punto y seguido o un punto y final se convierten en actos verdaderos.
El punto y final es el golpe más fuerte porque es el verdaderamente cierto.
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