viernes, 16 de octubre de 2020

Llegar a CERO


Un Viernes, y no es éste, recuerdo llegar a CERO. Meto las manos en los bolsillos y no hay nada, entro en la aplicación del banco, en el móvil, y tampoco hay nada. 

Arranco el coche y miro el nivel del depósito y está a menos CERO. 

Son las Siete de la mañana. Apago el coche y me dirijo a la estación de Renfe.

Voy a trabajar en cercanías y gasto mi último viaje del bono de diez viajes. Desde ese momento ya sé que no queda billete para la vuelta. A diez kilómetros de casa, toca caminar, si no puedes pagar un billete de vuelta. También te puedes colar a la espalda de cualquier otro usuario. Todas las opciones te parecen una broma de mal gusto.

Trabajas y te olvidas de tu mala suerte durante unas horas. Parece una ironía que tus malas condiciones laborales te evadan de tus problemas. Después toca volver a casa.

Al final caminas y tardas casi dos horas en llegar. Son las diez de la noche y estás agotado.
No sabes que vas a hacer mañana.
Pero da igual, cuando vives así, pensar en mañana no sirve de nada.
Pensar en mañana solo sirve para no poder dormir y al día siguiente, además de estar jodido estar cansado. 
Piensas en colarte en la espalda de cualquiera en el cercanías y en sentarte en tu puesto de trabajo y en pasar el día.
Mañana, cuando empiecen a entrar las facturas y los recibos en tu cuenta a CERO, ya no estarás a CERO, estarás a menos que CERO.

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